He recibido con emoción las firmas, los correos y las llamadas de más de mil personas, de amplios sectores, que me han respaldado y alentado ante la contingencia vivida en las últimas semanas. Agradezco muy profundamente la generosidad de tales muestras de apoyo.
Las acojo sin soberbia. Los desafíos nacionales no lo permiten. Observo con preocupación cómo el debate político se deteriora cada día más y se acentúa la distancia entre lo que ahora se denomina “clase política” y las enormes demandas que extensos sectores plantean, como exigencias que se deben abordar y resolver en esta etapa, que ya se ha abierto y que con mayor razón se presentan ante la cercanía de un cambio de gobierno.
La crispación ocurrida con el reciente debate sobre las pensiones de exonerados políticos, en el periodo 1973-1990, se ha convertido en un nuevo y lamentable incidente que debiese obligar a la reflexión del conjunto del sistema político en Chile.
Por una parte, a los que detentan la autoridad gubernativa por el más que evidente intento descalificatorio de cuantas personas pueda denigrar, causando con ello un enorme daño a la legitimidad de miles de pensionados que sufrieron una odiosa persecución bajo la dictadura, que llegó al extremo de abarcar hasta las fuentes ocupacionales de las que dependía la manutención de sus familias.
La derecha olvida la esencia moral y el sentido de reparación de las tres leyes sobre exonerados políticos aprobadas en democracia. Pero, por otra parte, también hay casos evidentes de aprovechamiento en personas que hicieron postulaciones indebidas o que llegaron a obtener beneficios que no se justificaban. A lo anterior se suman las diatribas cruzadas entre parlamentarios que es otro nuevo capítulo para el olvido, que aumenta la baja valoración ciudadana hacia su rol institucional.
Sin embargo, el desafío nacional apunta en otra dirección; no está en la confrontación descontrolada, sino que en generar a través del dialogo y del debate de ideas, propuestas o alternativas programáticas que se hagan cargo de disminuir la desigualdad, que es lo que todos los sectores reconocen como el talón de Aquiles de la situación nacional.
Se acepta que las tensiones y la irritación social se provocan por la notoria escisión producida en la estructura económica, en una desigualdad agobiante, pero la preocupación concreta en nada confirma que sea auténtica esa inquietud y tampoco se percibe que en la elite del poder se trabaje para encarar ese desafío nacional, lo que hay es una crispación iracunda y descalificaciones destempladas.
Parece que se prefiere el camino de la destrucción mutua de los actores involucrados y que la conducta que se impone es la del canibalismo político.
No nos podemos resignar a ello. Se debe derrotar tan nociva ceguera.
La responsabilidad política obliga a la superación de estas deprimentes escaramuzas, para reinstalar una perspectiva de reformas profundas sobre la base de renovar y afianzar la estabilidad democrática.
La generosidad del respaldo recibido me compromete a un esfuerzo mayor por la dignificación de la política ya que el proceso de reimplantación de la democracia en Chile está en curso y aun es mucho lo que queda por hacer. De modo especial, en el despliegue de una estrategia nacional contra la desigualdad. Muchas gracias.