Hay cosas que nos gustan en la vida, como ir al cine, cocinar, compartir con la familia, salir a trotar; pero hay cosas que nos apasionan, es algo inexplicable, es algo que corre por las venas y que uno no puede abandonar, no puede negar, no puede dejar de sentir. Uno es capaz de dejar todo por eso, es como un amor adolecente, uno no piensa solo siente y actúa.
Te levantas temprano, le dedicas todo el día, sin importar el cansancio o si hay panorama con los amigos, sacrificas hasta eventos familiares, lo cual trae consigo consecuencias. Las críticas llegan rápidamente, te cobran sentimientos, y hasta te sientes solo. Sin embargo no sé de donde uno saca fuerzas y le da con todo, no abandona.
Me pasa esto con la moto y estoy segura que a muchos deportistas les pasa lo mismo que a mí.Nuestra disciplina es parte de nosotros, es parte de nuestra esencia, es lo que nos da fuerza para levantarnos todo los días temprano a entrenar, a prepararnos para nuestro próximo combate, para nuestra próxima competencia, de las cuales a veces salimos orgullosos, pero a veces la tristeza nos embarga ya que no hay un buen resultado o muchas veces peor, nos lesionamos y eso es lo que más duele, lo sentimos más que con el cuerpo, lo sentimos en el alma.
Es ahí donde no podemos flaquear, donde tenemos que ponerle más ganas que nunca, pero llegan nuestros propios cuestionamientos ¿valdrá la pena? Y le seguimos dando, no desertamos. Es en este momento donde nos acompaña el corazón, la pasión por lo que hacemos, ese algo inexplicable que no nos deja dar un paso al lado y seguimos en el campo de batalla. Pensamos en el futuro y esa ilusión de la palabra META nos da energía.
La satisfacción que uno siente cuando triunfa es tan inexplicable como ese amor adolecente, como esta pasión por las motos, es algo que te infla el corazón, no tiene comparación alguna, se vuelve una necesidad, solo quieres volver a sentirlo nuevamente, te hace decir ¡Valió la pena! te das cuenta que todo el sacrificio dio frutos y de esos bien dulces, de los mejores.
Me imagino que todos tenemos alguna pasión en la vida, y que todas las personas que lean este texto pueden decir: a mí me pasa eso inexplicable con tal cosa, o con tal persona.
Si es así, me alegro infinitamente y les digo que cuando sientan que ya nada tiene sentido, que no pueden más, no aflojen, no tiren la toalla. Las cosas que más amamos son las que más cuestan, pero son las que más disfrutamos y cuando las tenemos es lo máximo, solo hay que darle con el corazón, sin pensar, solo sentirlo.
Y acuérdense siempre que ¡vale la pena!