La Acusación Constitucional contra el ministro de Educación fue un capítulo amargo sin duda, no sólo por el hecho de que haya terminado con la destitución de un secretario de Estado, sino porque los motivos que llevaron a esta determinación, dicen relación con la incapacidad de las autoridades de poner freno a una situación tan grave como la vulneración de la ley que prohíbe el lucro en la enseñanza universitaria.
Pero no es más que eso. La institucionalidad ha operado, para bien o para mal, con el acuerdo o desacuerdo de las coaliciones políticas. Lo que no puede ocurrir, es que una vez que la democracia opera, se ponga en duda su legitimidad, su estabilidad o sus mecanismos de resolución de las controversias.
Éste es un sincero llamado a la templanza, a la reflexión y a asumir el desafío de entender por qué ocurrió esta destitución. El tema pendiente es que debemos asumir como fuerzas políticas que no tenemos un modelo educacional acorde con los desafíos de país, ni acorde con las expectativas de las familias chilenas. No se trata de escuchar sólo a la calle, ni de atender per se las demandas de quienes convocan a las marchas; sí creo que debemos asumir que los cambios de fondo ya no pueden esperar más.
De lo contrario, repetiremos errores una y otra vez. Cuando la derecha se propuso la tesis del desalojo y encontró en la entonces ministra de Educación Yasna Provoste, la excusa perfecta para su operación política, desde esa vereda se dijo que las instituciones debían funcionar y que los mecanismos constitucionales debían operar con normalidad. Nosotros no declaramos la guerra a nadie, no amenazamos con cortar el apoyo a nadie, no le quitamos el saludo al adversario, no generamos un clima de crisis.
Hay responsabilidades republicanas que están por encima de las coyunturas, de las querellas partidistas, de las frases para el bronce.
Esperamos que los líderes de las coaliciones, los candidatos de los distintos partidos y los personajes públicos de la nación, ayuden a generar un clima de trabajo, colaboración y entendimiento.
Puede resultar provechoso mostrar enojo, encono e intentar volcar hacia el interés partidario una situación ciertamente compleja como fue la destitución de Harald Beyer, pero la ciudadanía nos está demandando una actitud más patriótica.
La pregunta es: ¿Y ahora qué? Una opción es entregarnos a esa guerra de la que algunos hablan. A nuestro entender, la alternativa es otra: una profunda reforma a la carrera docente, potenciar que los mejores alumnos quieran ser los maestros del futuro, mejorar la calidad en todos los estratos educativos, potenciar la enseñanza preescolar y la técnica, reforzar el rol de la universidad como agente de investigación, pensamiento e innovación para el mañana.
En todas esas tareas, hay puntos de concordancia que compartimos muchos actores políticos de este Senado. La oportunidad no puede ser arrojada a la basura, incluso ahora.