La mayoría de los países de América Latina han entrado, después de un buen crecimiento en la última década,en el segmento de ingreso medio.Los buenos resultados han permitido reducir los niveles de pobreza y aumentar los ingresos de las personas. Sin embargo, en este nuevo escenario se requiere atender varios asuntos que pueden hacer fracasar el salto final para transformarnos en economías avanzadas.
Hay que evitar caer en lo que llamamos “La trampa de los países de ingreso medio”. De más de cien países que eran de ingresos medios en los últimos 50 años, solo 13 han pasado a ser economías avanzadas. Por lo tanto los desafíos en este plano son muy importantes.
Por un lado, no podemos depender de tan pocos productos que generan tan pocos empleos. Por lo tanto, necesitamos urgentemente nuevas formas creativas de participación del Estado, convocando a los actores relevantes para que estas economías sean capaces de diversificarse y de integrarse más efectivamente en América Latina.
Es urgente avanzar para igualar oportunidades. Esto no es nuevo, pero en Chile y América Latina la desigualdad de ingresos sigue siendo un asunto no resuelto. El coeficiente de concentración de ingresos de América Latina es de los más altos del mundo todavía.
En Chile, a pesar de que hemos reducido la pobreza desde un 45 % en 1987 a un 15 % actualmente, seguimos teniendo una desigualdad de ingresos enorme. Si observamos el coeficiente de GINI, al sacar los ingresos del 10% más rico, para el resto de la población la desigualdad de ingresos no solo es mucho menor sino que es muy parecida a la que tienen los países más avanzados. Este es un tema fundamental porque se requiere de la capacidad para persuadir a ese 10 %, donde se concentra la riqueza, de que está en su propio beneficio para la estabilidad de sus intereses en el largo plazo, que acepten una política redistributiva del Estado, vía tributación, para destinar muchos más recursos a una mejor educación de aquellos sectores que han tenido mucho menos acceso a ésta.
Al mismo tiempo, debemos entender que para convertirnos en una economía avanzada debemos acelerar el proceso hacia una sociedad del conocimiento. Ello requiere absorber más conocimiento de aquellos países que están más avanzados en esta materia.
En el Gobierno de la ex Presidenta Bachelet se lanzó un programa de educación que se llamaba “Igualdad de Oportunidades”, de becas en el exterior. La idea era hacerlo masivo, financiado por los ahorros provenientes del cobre y que Chile tiene invertidos en el exterior, equivalentes a un fondo de US$ 6 mil millones. Financiamiento orientado al intercambio de recursos humanos avanzados a través de estudios de posgrado en las mejores universidades del mundo. El acceso iba a privilegiar a jóvenes provenientes de estratos sociales bajos, mujeres y profesionales de regiones, se trataba de un programa de igualdad de oportunidades. Este programa está en marcha aunque no como se pensó y sin el fondo de los US$ 6 mil millones. Hay que retomar la idea original en un próximo gobierno.
También hay desafíos fundamentales en los temas de la clase media. Una buena clase política no puede defraudar a aquellos que producto de la reducción de la pobreza hoy son clase media. Es un segmento que tiene enormes expectativas respecto del futuro. El 85% de ellos están convencidos de que sus hijos llegarán a la educación superior, que recibirán un título universitario de calidad y que podrán romper esa barrera que los separó del acceso al bienestar y a las oportunidades de su tiempo, solo un 40% lo está logrando.
En este tema de movilidad social ascendente los ciudadanos quieren que sus expectativas se cumplan y dejar de sentirse inseguros económicamente frente a las múltiples situaciones que los podrían hacer retornar a la pobreza. Un tercio de la nueva clase media podría caer en la pobreza ante problemas como enfermedades graves de un familiar, pérdida del trabajo u otro shock económico.
Tenemos que atacar frontalmente las inseguridades de la clase media, extender el piso de protección social, garantizar una real educación de calidad y regular mejor al sector financiero y a los proveedores de los servicios sociales básicos, de modo de impedir el sobre endeudamiento de las familias de clase media.
Si no resolvemos estos temas a tiempo, la clase media puede convertirse en una fuerza desestabilizadora del sistema político y de la democracia, poniendo a prueba las instituciones que los chilenos, durante más de 20 años y con tanto esfuerzo, hemos desarrollado.
Los movimientos sociales que hemos observado en el último tiempo son una señal muy clara de que debemos enfrentar el tema oportunamente.