La instalaciónde las primarias como mecanismo para elegir candidatos presidenciales y parlamentarios de una coalición, sumado a la competencia ya desatada en la derecha, y a un escenario de deslegitimación del sistema político -agudizado por la baja participación en la última elección municipal-, hacen que la Concertación y aquellos grupos políticos que puedan ser seducidos por la idea de una gran coalición opositora, necesariamente deban resolver sus candidaturas presidencial, e idealmente parlamentarias, en primarias abiertas y abiertas a los independientes.
Aunque es por todos sabido que, si se decide a competir, la ex presidenta Bachelet ganará las primarias, ellas son necesarias, sea como una forma de legitimar su candidatura, o como equilibrio frente a una presencia mediática de la derecha que será, ya a partir de marzo, abrumadora. En cualquier caso, para ser políticamente exitosas, las primarias requieren una alta participación ciudadana y un total fairplay entre quienes participen de ella
Sin embargo, esta necesidad de realizar un proceso exitoso conlleva al menos seis paradojas difícilmente solucionables a cabalidad.
1. El problema de la “carrera corrida”. La distancia existente entre la intención de voto de Michelle Bachelet y la que ostenta cualquiera de sus potenciales adversarios en una primaria es tan enorme, que el proceso corre el riesgo de convertirse en un trámite poco motivante para el electorado. El mejor escenario para la derecha es que, en una batalla campal entre sus candidatos, convoque tantos o más electores que la oposición a sus primarias, sembrando una duda respecto del resultado final de la elección presidencial.
2. La posición de Andrés Velasco. Para tener alguna chance en la primaria, Velasco debe necesariamente adoptar una posición desafiante frente al stablishment concertacionista, abriéndose a recibir apoyo de los empresarios y criticando tanto a las políticas opositoras como a la ex presidenta. Sabiendo que Velasco contará con toda la prensa derechista para amplificar sus críticas, su ruptura del fairplay puede tener consecuencias muy negativas para la candidatura triunfante.
3. La DC, partido grande, candidato pequeño. Luego de una gran elección municipal, la DC necesita llevar un candidato propio a las primarias, ratificando así su condición de partido eje de la oposición. El problema es que los dos pre candidatos DC tienen un apoyo ciudadano ínfimo, siendo plausible que al realizarse la primaria, el DC que se postule termine en un distante cuarto lugar, muy atrás de Bachelet y posiblemente detrás de Velasco, e incluso del senador Gómez. Este panorama es difícilmente aceptable por los candidatos a parlamentarios del partido, quienes se verían forzados a hacer campaña conjunta con un candidato perdedor, al menos hasta el 30 de Junio.
4. La necesidad de asegurar la votación comunista. El PC es absolutamente clave para obtener una representación parlamentaria que asegure el éxito del futuro gobierno. En otros tiempos, asegurar su concurso habría sido materia de una simple negociación.Hoy, con las primarias, el asunto se complejiza. El PC sabe que, de competir en primarias abiertas en todos los distritos, difícilmente podría llevar un número de candidatos superior a su actual representación parlamentaria, lo que, considerando los costos políticos de abandonar a los movimientos sociales y sus demandas más radicalizadas, resulta poco atractivo. Es por ello que, seguramente, el PC pedirá llevar candidatos sin primarias en algunos distritos (distritos protegidos), lo que pondrá en tela de juicio la legitimidad de todo el proceso, y será un aliciente para que actores locales desplazados se conviertan en candidatos independientes.
5. El PPD, de la Concertación progresista al Bacheletismo sin convicción. El PPD conformó una alianza político electoral con el PR y el PC para las pasadas elecciones municipales. Esta alianza no tuvo éxito, siendo derrotada por el eje DC / PS.Hoy, el partido enfrenta el futuro escenario electoral sin candidato presidencial y sin mucha capacidad de influir en las decisiones políticas opositoras. Sus opciones son: seguir en la ruta de la Concertación progresista, apoyando al Senador Gómez o a otro candidato definido por dicho pacto o sumarse tardíamente al tren del Bacheletismo, lo que no le asegura para nada un asiento privilegiado.
6. El PS, “los ricos también lloran”. El escenario para el PS parece ser ideal. Seguramente, uno de sus filas volverá a la Moneda y,probablemente, aumentará su representación parlamentaria. Sin embargo, la directiva del partido tiene un grave problema, todos envidian su suerte y, por ende, intentarán que sea el PS quien pague los costos de sus propios problemas. Así, los comunistas le pedirán al PS los distritos protegidos, el PPD y la DC le solicitarán compensaciones políticas por su eventual apoyo a Bachelet y todo esto en el marco de una oposición interna que no comparte el acuerdo histórico con la DC y que se siente excluida de un eventual gobierno de Bachelet.
En resumen, las primarias son para la Concertación a la vez una necesidad y una complicación.
Lo más probable es que todas estas contradicciones se resuelvan y que la oposición logre hacer unas primarias relativamente exitosas, no perfectas, pero suficientemente legítimas como para no dañar el camino de Bachelet a la Moneda.
Después de todo, Velasco sabe que no puede estirar demasiado el chicle si desea ser parte de una oposición unida que volverá al gobierno; el candidato DC que resulte vencedor en las primarias internas deberá evaluar si llegar hasta el final o bien bajarse dignamente en algún punto; los comunistas deberán conformarse con menos de lo que aspiran; el PPD deberá asumir sus errores pasados y prepararse para una mala elección y los socialistas deberán pagar varios platos rotos, pero probablemente, no todos.
Este es el arte de la política: conciliar intereses opuestos asumiendo ciertos riesgos, y aparentar que “lo posible” es equivalente a lo ideal.