Ya han pasado casi dos semanas desde la realización de las elecciones municipales, por lo que es un buen momento para reflexionar acerca de las lecciones que nos dejó esa jornada.
En primer lugar, el triunfo de la oposición, tal vez inesperado en su magnitud, tiene el valor de haber demostrado una vez más que los resultados no tardan en llegar cuando se trabaja con unidad, escuchando a los ciudadanos y privilegiando los intereses colectivos por sobre las ambiciones partidarias y personales.
No hay duda alguna que en esta victoria influyeron de manera significativa las primarias realizadas por la Concertación, hace poco más de siete meses, para elegir a sus postulantes a alcaldes y concejales. En su momento fueron menospreciadas por el oficialismo y se criticó el número de ciudadanos que concurrieron a votar. Sin embargo, tras lo ocurrido el 28 de octubre, hoy nadie discute que terminaron siendo determinantes en varias comunas, ya que permitieron tener candidatos validados por la gente y no designados a dedo y entre cuatro paredes por las directivas de los partidos.
En segundo lugar, estos comicios también sirvieron para comprobar que hay una mayoría de chilenos que no está conforme con nuestra democracia y lo hizo sentir no participando. Si bien este era un fenómeno que había ido en ascenso en los anteriores procesos electorales, considero que la alta abstención registrada, superior al 60%, es un llamado de alerta que todos debemos acoger.
No soy de los que creen que la manera de resolver esta situación sea reponiendo el voto obligatorio. Pero sí pienso que se nos está acabando el tiempo para realizar las reformas que nuestro sistema político requiere con urgencia. Entre ellas cambiar el sistema binominal, mejorar la calidad de nuestra política, reducir la brecha entre quienes actúan en ella y la ciudadanía, modernizar los partidos, fortalecer la educación cívica y promover la participación ciudadana.
En tercer lugar, por mucho que el gobierno esté viviendo anticipadamente su “ceremonia del adiós”, la Concertación no podría cometer peor error que creer que la carrera presidencial y parlamentaria del año próximo está ganada. Las recientes elecciones nos enseñaron, por ejemplo, en el caso emblemático de Josefina Errázuriz en Providencia, o incluso de Camilo Ballesteros en Estación Central, pese a su derrota, que es fundamental abrir paso a los liderazgos sociales para generar un nuevo vínculo con las diversas organizaciones que hoy existen en nuestra sociedad y, a la vez, impulsar una nueva forma de hacer política, más abierta y más participativa.
La soberbia en la hora del triunfo siempre es mala consejera y trae malos presagios, sino pregúnteles a quienes hoy están en el poder. Por eso la Concertación debe aprender la experiencia vivida el 28 de octubre pasado y recibir el veredicto ciudadano con humildad y mucha, pero mucha responsabilidad.
En la práctica ello se debe traducir en la construcción de un proyecto común, renovado, amplio, audaz y participativo que responda a las demandas más urgentes y sentidas de la ciudadanía. Ahí está nuestro desafío y no en malgastar nuestras energías en discusiones que a nadie le importan o en andar propiciando nuevos rumbos o recetas mágicas que, como quedó comprobado, no concitan un respaldo significativo. De lo contrario, está “resurrección” de nuestra coalición, como algunos lo han llamado, no será más que una golondrina de verano y con toda seguridad no habrá nuevas oportunidades en el futuro.
Por último, no puedo dejar de referirme a la total incompetencia mostrada por el gobierno durante este proceso electoral. Lo que antes era un motivo de orgullo para el país, hoy es de vergüenza. Es impresentable que a casi dos semanas de efectuados los comicios, aún se continúe contando votos en varias comunas del país. Aquí estamos ante un desorden generalizado del “gobierno de la eficiencia” que no es más que el triste corolario de la ineptitud que ha cruzado gran parte de su gestión.
El daño a la credibilidad de nuestro sistema electoral ya está hecho y con ello se abrió una enorme duda acerca de la debida transparencia que tendrán las elecciones presidenciales y parlamentarias del año 2013. Será el gobierno, el que tendrá que hacer un gran esfuerzo para garantizar la normalidad y limpieza de ese acto electoral.