Sin duda, uno de los grandes aciertos culturales de quienes integran las agrupaciones que han instalado planteamientos políticos ha sido el acuñar el término “movimientos sociales”. La denominación es atractiva para periodistas y para quienes, escudándose en la (aparente) falta de legitimidad de las instituciones políticas, se han arrogado de manera absoluta de la representatividad de las ideas “de la ciudadanía”.
Curiosamente ha habido pocas personas disponibles a hacer un juicio crítico de esta denominación. Aparecen “actores sociales” convocando a “movimientos sociales” sin que nadie haya reparado en cuántos son, quienes los eligen, cómo hacerse parte ellos y, lo que es más grave, cómo discrepar de ellos –si es que lo permiten-.
¿Quién y cuándo definió qué movimientos sociales representan a la ciudadanía?
¿Por qué, si son tan transversales, no hay participación del mundo del deporte, de los artesanos, de los pequeños y micro empresarios, de las ferias libres, de los movimientos pastorales, del mundo del voluntariado, de los scouts, o de los bomberos?
La respuesta es sencilla: el mundo social es la denominación actual con que la izquierda ha instrumentalizado cuerpos intermedios para servir a sus fines.
Y es que la CUT, el Colegio de Profesores, muchos gremios de funcionarios públicos y la CONFECH –por lo demás todos cuerpos cooptados por la izquierda extraparlamentaria- se han denominado como “movimientos sociales” para irrumpir en un escenario que ellos han creado difusamente con dos objetivos: avanzar en las reivindicaciones de la izquierda, por un lado y por otro, arrogarse una representación “ciudadana” que, si se analiza críticamente, tiene el mismo lenguaje, los mismos colores y las mismas ideas que Chile, a lo largo de su historia, ha desechado como alternativa.
Es tan evidente esta situación que, cuando se ha intentado convocar –por primera vez en 2006 y por segunda el año pasado- a “plebiscitos nacionales ciudadanos” (poniendo mesas en las calles) en materia de educación han fracasado.
Mientras tanto, el resto de la sociedad intermedia sigue su curso. Porque mientras ella no tome como bandera de lucha el fin del binominal, la asamblea constituyente, la gratuidad de la educación superior, o la nacionalización del cobre, pareciera no merecer el calificativo de “actores sociales”…como si estuviera fuera de la sociedad o en contra de ella.
Chile no debe ceder tan fácilmente ante el espíritu de consigna.