La encuesta Adimark, probablemente no sorprende a la opinión pública, ya que el vicepresidente de la república, Rodrigo Hinzpeter, nos había anticipado una fuerte caída del gobierno.
Pero no sólo eso. El primer mandatario va cuesta abajo en la percepción ciudadana y por mucho que la portavoz diga que “tienen claro hacia donde van caminando”, la situación sociopolítica en altamente preocupante, más allá de los números.
Es evidente que una serie de planteamientos de la sociedad no encuentran respuesta en el estado. Ni en el poder ejecutivo, ni el legislativo, ni en el poder judicial.
Estamos en un terreno altamente minado, que debería llamar a la reflexión a quienes especialmente tienen representación ciudadana.
Es evidente que la gobernabilidad está fallando. La interacción entre las instituciones del estado es precaria. Falta el diálogo que apunte a la construcción y no a la destrucción. Se echa de menos la relación del estado con el tejido social y sus organizaciones. Falta armonizar lo público, es decir el interés común, con lo privado. Es necesario revisar cierta concepción verticalista que impera como sistema en el ámbito empresarial, pero que dada la complejidad del tejido social, no funciona de la misma manera.
En fin, la gobernanza, así como se está ejerciendo el poder, pierde eficacia, se equivoca la orientación y en último término, desaparece la legitimidad. Y eso es grave para la democracia.