A pocos días de que el Presidente Piñera realizara su última cuenta pública, se hace urgente reflexionar sobre nuestra diplomacia.
En lo que respecta a la atención a nuestros compatriotas en el exterior, sólo se puede decir que el incremento de la demanda de apoyo consular debido al mayor número de chilenos que viajan y residen en otros países, ha sido absorbida debidamente por los Consulados en el extranjero.
Más aún, en situaciones de crisis – Egipto, Japón y Nueva Zelandia, entre otros – los cónsules han auxiliado oportunamente a nuestros compatriotas.
En materia de promoción comercial, la Dirección General Económica del ministerio de Relaciones Exteriores, a la que pertenece ProChile, ha continuado negociando acuerdos internacionales y apoyando al sector exportador.
El aumento de los envíos al exterior permite afirmar que la Cancillería también ha cumplido en ese ámbito. Lo mismo ha acontecido con una cada vez más eficiente e importante promoción cultural de nuestro país en el extranjero.
Así, se puede afirmar que no sólo se ha reforzado nuestro prestigio en el exterior- hoy denominado imagen país- sino que también se ha brindado eficiente atención consular a nuestro público que son los chilenos fuera de Chile.
Como si eso fuera poco, las exportaciones de nuestro país no hacen sino aumentar. Una lectura optimista permitiría afirmar que en materia de marketing y atención al público, el ministerio de Relaciones Exteriores no tiene nada que envidiarle a la más prestigiosa cadena del retail nacional.
Sin embargo, en el ámbito político la situación es diferente y las expectativas poco promisorias.
Décadas de políticas de recursos humanos que no se orientaron a formar especialistas en aquellas áreas sensibles para nuestra política exterior, a lo que debe agregarse insuficientes recursos para capacitación en general y la inexistencia de una real carrera funcionaria, determinan que hoy la Cancillería no pueda garantizar que estará en condiciones de responder durante los próximos años a las obligaciones que le impondrá un dinámico y cada vez más complejo escenario internacional.
El poder económico, aunque sea capaz de financiar un costoso poder militar, nunca logrará la eficiencia debida si no es acompañado del correspondiente poder político.
Un país que confunde con gasto la sensible inversión en Diplomacia, debilita la estructura de su propio Estado, quedando inevitablemente expuesto a que la formulación y ejecución de su política exterior se vea interferida por mezquinos intereses particulares o bien por sofisticadas visiones intelectuales que poco tienen que ver con la realidad nacional.
Contar con una Cancillería moderna y con diplomáticos debidamente capacitados – capaces de defender los intereses permanentes del Estado – no es un lujo de país desarrollado, sino una necesidad de país en desarrollo.
Para quienes crean acertado imitar a los fenicios privilegiando sólo aspectos comerciales, resulta conveniente informarles que los fenicios fueron borrados del mapa por Roma el año 146 A.C.
Ni sus extensas redes comerciales, ni el genio militar de Aníbal, pudieron detener a los romanos que, siendo menos eficientes en el comercio, supieron armonizar la economía y la política.