“No le creemos” fue la respuesta de Julio Scherer, Presidente del Consejo de Administración de Revista “Proceso” a las promesas de investigación que les hacía el gobernador Priista de Veracruz, Javier Duarte, al día siguiente del asesinato por estrangulamiento de la periodista de ese medio, Regina Martínez, quien era conocida por su trabajo a fondo en la investigación del narcotráfico y sus relaciones con las autoridades.
Cinco días después eran secuestrados y asesinados otros cuatro profesionales de la información en el mismo Estado. En los últimos 10 años van 15 periodistas asesinados violentamente en Veracruz. Sólo el periódico Notiver cuenta en el último año con cinco mártires.
En julio del año pasado, tras el asesinato de la periodista Yolanda Ordaz de la Cruz, el procurador Reynaldo Escobar justificaba los atentados contra periodistas poniendo bajo sospecha al gremio, al plantear que las muertes podrían tener relación con posibles nexos de periodistas con el narcotráfico.
Se pidió la destitución del procurador, que ya había hecho polémica por la detención de usuarios de redes sociales, pero ésta no fue efectiva sino hasta octubre, tras la fuerte ola de violencia que dejó un centenar de muertos. Actualmente va de candidato a diputado.
Veracruz es el lugar más peligroso del mundo para ejercer el periodismo, y eso justifica las habituales renuncias de reporteros que cubren las secciones policiacas. Habituales, como en todo México, son las denuncias de nexos entre la dirigencia priista del Estado, los grupos criminales que se disputan el territorio (en Veracruz se trata de Los Zetas y el cartel del Golfo) y las policías.
La desconfianza en las autoridades para acabar con el crimen organizado es total. La organización Artículo 19 (que toma su nombre del artículo de la Declaración Universal de DDHH referido a la libertad de prensa) y el Centro Nacional de Comunicación Social (Cencos) atribuían la mitad de los ataques a la prensa en México durante 2010… ¡A las mismas autoridades! Desde el año 2000 se estiman en más de 80 los periodistas asesinados en todo el país.
Y es que con los cambios culturales y tecnológicos que hemos experimentado, tal vez es hoy el periodismo quién está llamado a ejercer en América Latina el incómodo rol para los poderosos que ejercían los curas en los años de la Teología de la Liberación.
Toda nuestra admiración para los periodistas comprometidos con la verdad, especialmente la verdad que no nos gusta escuchar, y que se toman su trabajo con la responsabilidad de quienes pueden dar voz a los que no tienen voz, a los silenciados de siempre, a los asesinados anónimos, a los persistentemente explotados y discriminados de toda esta sufrida tierra mestiza e indígena.