Como si fuera poco la que está cayendo en España por la crisis económica, a una de las aficiones más arraigadas, las corridas de toros, le llueve sobre mojado.
Al varapalo que se ha dado en Cataluña a la llamada “fiesta nacional” (denominación que a unos causa escozor, sonrojo e irritación) al prohibirse la lidia por siempre jamás en los confines de esa comunidad, se añade ahora la falta de dinero en las arcas de las municipalidades para incluir los toros en los festejos.
Hasta ahora, en la mayoría de las ciudades y pueblos de España la celebración del santo patrono local o con motivo de una fecha conmemorativa de hondo calado, se convocaba a toreros y ganaderías a sumarse a la fiesta. La respuesta de la afición era tal que en pocas horas se agotaban las entradas y las reventas multiplicaban por mucho el precio oficial.
Por todo ello, toreros, ganaderos, cuadrillas, empresarios y todo aquel que vive de la lidia andan nerviosos. El número de lidias ha bajado en picada. Y para colmo de males, la falta de liquidez también ha llegado a los canales de televisión que reducen gastos bajando o, con suerte, disminuyendo de su programación la transmisión de corridas.
Los únicos que no disimulan su alegría son los anti taurinos, los que consideran que es una salvajada continuar con un espectáculo donde el animal corre la peor de las suertes.
A los defensores de los animales no les convence que gracias a la lidia los toros no se han extinguido. Como tampoco les conmueve la historia que hay detrás de este enfrentamiento cara a cara entre un hombre (mujeres toreras si ha habido y las hay, todo hay que decirlo) y una bestia feroz de 500 o más kilos.
La mayoría de los chilenos saben que las corridas de toros fueron abolidas en el país junto con la esclavitud y las peleas de gallos una vez consolidada la Independencia. Pero lo que probablemente ignoren es que la práctica de lidiar toros se remonta a la Edad de Bronce, especialmente en pueblos del Mediterráneo.Entonces era una demostración obligada de arrojo y valentía de los jóvenes que dejaban la niñez y pasaban a ser considerados adultos.
En España, hay documentación del siglo Xll donde se hace referencia a la lidia de toros como espectáculo vinculado a la nobleza. Sin embargo, sería en el siglo XVll y XVlll cuando se fomentan las corridas a caballo o a pie en espacios abiertos con participación de todo tipo de público y con el consiguiente peligro de ser cogido por el morlaco.
De España la afición por los toros pasó a América y sería en México, Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú donde este espectáculo que desata pasiones y también furibundas críticas se mantiene.
Además de Francia y Portugal, aunque en este último el animal salva el pellejo.
La abolición de las corridas en Cataluña ha dado alas a los anti taurinos para continuar su campaña ante instituciones internacionales para que se prohíba totalmente un espectáculo donde, afirman, se tortura, hasta la muerte, a un animal.
Por su parte, los amantes de esta milenaria tradición se movilizan en España y países donde perviven las lidias para promover que sean consideradas Patrimonio Cultural. Con tal fin los toreros en activo más destacados han llevado hasta el Congreso español cientos de miles de firmas para que su petición se haga realidad.
Los taurinos tienen aliados para su objetivo. También lo han tenido en el pasado. Goya, Picasso, García Lorca, Alberti y otras figuras notables de la cultura española han sido incondicionales de las corridas de toros.
Y no hay que olvidar lo que significó “la fiesta” para los estadounidenses ilustres Ernest Hemingway u Orson Welles. Por cierto, el director de cine pidió que al morir sus cenizas fueran esparcidas en una de dehesa andaluza donde pastan los venerados toros que tanto admiró en vida.
Al margen de los pro y contra de las corridas, faltan palabras para describir lo que sentirá un torero al enfrentarse a media tonelada de animal bravío.
Viene a mi memoria la reciente reaparición en un ruedo de Extremadura del torero Juan José Padilla, tras una espeluznante cogida que sufrió el pasado octubre en Zaragoza. Las imágenes de un pitón que atravesaba la mandíbula y que salía por la cuenca de uno de sus ojos hizo pensar lo peor.
Sin la visión de su ojo izquierdo, con la movilidad reducida de parte de su rostro, con una reconstrucción muscular de titanio y tras cinco meses de rehabilitación, Padilla se ha plantado ante el toro con dignidad y entereza, logrando lo que los taurinos esperan…oreja, ovación, otra oreja, vuelta al ruedo y salida en hombros de su cuadrilla de la plaza de toros Olivenza.
Contra viento y marea, la fiesta continúa. ¿Hasta cuándo?