Hace varios meses que estamos inundados de malas noticias sobre Grecia. Y desde luego malas para los griegos. Más aún, se nos ha dicho que su crisis arrastra a Europa y si se agrega la inestabilidad de la economía de USA, entonces el mundo se desploma.
El hecho proviene que grandes bancos europeos compraron bonos soberanos de Grecia, como es habitual en estos tiempos donde se hacen grandes inversiones y movimientos financieros con este tipo de instrumentos respaldados por los países que los emiten. Pero cuando la crisis económica de Grecia, llevó a decir a su gobierno que no pagaría tales bonos, quedó la tendalada. Cundió el pánico.
Ahora se trata de inyectar más plata a esa economía pero no hay mucha confianza en que el país salga del brete.
El FMI presiona, la troika europea que es el grupo negociador entra en contradicciones con el Fondo y también entre sí, básicamente por la desconfianza de Alemania.
Rescatar o salvar a Grecia, se nos hace creer, nos salva a todos. En realidad, no es a Grecia ni al mundo a quien estamos salvando.
A quienes salvamos son a los tres grandes bancos inversionistas que se aventuraron con los benditos bonos griegos. A saber el grupo Dexia (belga), la BNP (francesa) y la UBS (suiza).
Por lo menos con la crisis de Estados Unidos cuando estalló la burbuja hace tres años apareció la verdad: se trataba de bancos y grupos de inversión que armaron una estafa especulativa de proporciones que tuvo al mundo en ascuas.
El pueblo griego está pagando con su sacrificio, con sus rebajas de sueldos y pensiones, despidos y aumentos de tributos, la gran mentira.
Está claro no estamos salvando a Grecia, sino a unos conspicuos especuladores.