La historia de los periodistas en Chile comienza hace 200 años cuando nuestro patrono y primer colega, el sacerdote, “independentista y no independiente”, Camilo Henríquez, publica en Santiago “La Aurora de Chile”.
El cura de la Buena Muerte inaugura nuestra profesión haciendo gala de su compromiso social y político con la causa de la autonomía, primero, e independencia, después, sin que por esto se invalidara su formidable aporte profesional al Derecho a la Información de la Patria que nacía.
Hay, por lo tanto, en la multidimensional trayectoria de vida de Henríquez una diversidad de señales y de testimonios que vale la pena desagregar para poner las cosas en su lugar.
El valdiviano era un religioso: el 28 de enero de 1790 profesó como sacerdote de la Orden de los Ministros de los Enfermos Agonizantes de San Camilo de Lelis, o “de la Buena Muerte”.
Pero su natural tendencia intelectual y libertaria le costó muy cara: fue condenado a vivir engrillado durante seis meses a causa de una sentencia de la Inquisición en Lima, por leer publicaciones “peligrosas”, o sea, a los enciclopedistas mayoritariamente franceses que inspiraron los grandes cambios de la época: la Independencia de los Estados Unidos, la Revolución Francesa y la Independencia de los países ibero-americanos.
En Quito, Henríquez quedó impresionado por la violencia represiva de los españoles y sus funcionarios locales. Su impulso fue entonces incursionar en el mundo de la dramaturgia, dando vida a “La Camila ó La Patriota de Sud-América”, un drama sentimental en cuatro actos publicado en 1817, la más famosa de sus dos obras de teatro, en la que narra la historia de una familia de criollos que lucha por la libertad del continente latinoamericano.
Su condición de religioso no impidió que además se convirtiera en el gran político, reconocido finalmente como el primer inspirador del movimiento independentista de Chile.
En 1811 redactó la “Proclama de Quirino Lemáchez”, seudónimo creado con un anagrama de su nombre, con el objetivo de apoyar las campañas de los candidatos independentistas en las elecciones para elegir el Primer Congreso Nacional:
“Vosotros no sois esclavos: ninguno puede mandaros contra vuestra voluntad. ¿Recibió alguno patentes del cielo que acrediten que debe mandaros? La naturaleza nos hizo iguales, y solamente en fuerza de un pacto libre, espontánea y voluntariamente celebrado, puede otro hombre ejercer sobre nosotros una autoridad justa, legítima y razonable. Más no hay memoria de que hubiese habido entre nosotros un pacto semejante.
Tampoco lo celebraron nuestros padres . . . Estaba, pues, escrito, ¡oh pueblos!, en los libros de los eternos destinos, que fueseis libres y venturosos por la influencia de una Constitución vigorosa y un código de leyes sabias; que tuvieseis un tiempo, como lo han tenido y tendrán todas las naciones, de esplendor y de grandeza; que ocupaseis un lugar ilustre en la historia del mundo, y que se dijese algún día: la República, la potencia de Chile, la majestad del pueblo chileno.”
Llama la atención que los humanistas cristianos chilenos no hayan puesto su mirada de admiración en Camilo Henríquez así como lo han hecho con Maritain y con Mounier.
Pero hoy ruge ante nosotros la vigorosa reivindicación que hace nuestro colega (y también camarada) Fernando Otaíza, con su obra BIOGRAFÍAS Y ESCRITOS DE CAMILO HENRÍQUEZ, que será lanzada este lunes 13 en la natal Valdivia, al centro de la celebración del Bicentenario de los Periodistas de Chile y en la víspera del XIV Congreso Nacional de nuestro Colegio Profesional, heredero natural de la contribución histórica del Cura de la Buena Muerte.