Lo propio de un régimen plenamente democrático es la capacidad de llegar acuerdo entre las distintas fuerzas políticas que, al menos de modo aparente, representan a amplios sectores de la comunidad nacional.
Esto, a propósito del acuerdo revelado recientemente por los presidentes de la Democracia Cristiana y de Renovación Nacional. Aunque podríamos decir “vivan los acuerdos y los consensos”, especialmente si apuntan a la modificación del régimen impuesto por la dictadura (de la derecha y de los militares) en 1980, esta revelación nos merece algunos comentarios.
¿Por qué las conversaciones se llevan en secreto? Porque así como es propio el consenso, también lo es la capacidad de conversar sobre todos los temas, pero hecho ello con transparencia, salvo que lo que se pretenda es generar estupefacción o sorprender a los que no estaban enterados y debieran haberse enterado.
Por ejemplo, los aliados políticos, con quienes se pretende restablecer alianzas para alcanzar el gobierno, haciendo programas propios. Con el secreto, ocultando las maniobras de entendimiento con parte de la coalición rival, se profundizan las desconfianzas y las rivalidades que ya estaban mellando las relaciones internas de la Concertación y de la Alianza.
Nada costaba advertir a los aliados respecto de las conversaciones, estableciendo así una especie de punta de lanza para lograr lo que todos han dicho buscar con ahínco: el cambio del sistema electoral y modificaciones importantes del régimen político.
Tampoco parece aceptable que el anuncio sea hecho por los presidentes de los partidos que llegaron al acuerdo ante los medios de comunicación, sin antes haber informado (y tal vez pedido la ratificación) a los organismos internos de sus Partidos, porque entonces no es un entendimiento de fuerzas políticas, sino de personajes que quieren llevar a sus partidos tras acuerdos conseguidos sin discusión amplia.
Si se hubiesen reunidos técnicos de ambos partidos y ellos proponen sus consensos a los organismos políticos a quienes corresponde lograr los entendimientos, las cosas se percibirían de un modo distinto.
Cuando asumió Walker en la DC, fuimos varios los que sostuvimos que, en el discurso sostenido en el tiempo por él, se anunciaba una concordancia con ciertos sectores de la derecha, lo que hacía prever la construcción de una política de entendimiento y de alianza con RN – o parte de ella – para aislar a la UDI y disputar un electorado popular que se fue cargando a favor del partido pinochetista, hasta llevarlo al primer lugar.
Eso puede estar bien o mal, según el punto de vista de cada cual, pero jamás debe ser hecho de este modo principesco, donde los dirigentes creen que tienen todos los derechos en su propia persona y olvidan los verdaderos valores de la democracia con el pretexto de querer mejorar el sistema político.
Sutilmente se está diseñando una estrategia que conduce a la reconstrucción de un marco político. Los liberales de RN, los despechados de RN, los descontentos de RN con el poder de la UDI al interior del gobierno de Piñera, todos ellos, buscan un entendimiento con los liberales de la DC, partidarios no sólo del capitalismo sino de mecanismos que permitan a los partidos asegurar poderes más allá de la voluntad popular.
La proposición de un sistema similar al semi parlamentarismo que hace cien años y algo más afectó severamente la vida democrática chilena; los intentos semi federalistas que hace casi doscientos años fracasaron en Chile son algunos elementos de la puesta en escena que pueden dar a los partidos un grado de manipulación de la voluntad popular más allá de lo conveniente para el desarrollo de Chile y sus habitantes.
Tal vez porque la auto denominación de príncipes por algunos, el convencimiento de ser patrones de otros, van generando ilusiones que lleva a una especie de iluminismo que hace creer que basta que algunos sepan lo que se debe hacer, mientras a las mayorías les toca sólo obedecer. Arrogancia, soberbia, vanidad.
Busquemos acuerdos en el seno de la sociedad y no de espaldas al pueblo (o la gente, como se dice ahora).