En las últimas semanas hemos entrado de lleno nuevamente a la discusión acerca de la inscripción automática y voto voluntario.
Ahora, la cuestión pasa por un tema de incapacidad “tecnológica” lo cual es realmente irrisorio e irritante.
La verdad a estas alturas es clara y tiene que ver más bien con el temor que existe en una inmensa mayoría de los políticos en incorporar nuevos electores y por consiguiente algo de incertidumbre y competencia a nuestro sistema político enfermo.
Hace un par de meses se defendía la obligatoriedad del voto señalando entre otros argumentos: los jóvenes y ciudadanos de menores ingresos votarían menos, los gobiernos destinarían menos dinero a las políticas públicas y la distribución del ingreso empeoraría.
Por ende el voto voluntario traería en definitiva consecuencias apocalípticas para la nación, me pregunto,
¿En qué país viven esos señores?
¿Puede empeorar aún más la distribución del ingreso en Chile?
¿La distribución del ingreso cambiará si el voto es obligatorio?
¿Votarían más los “pobres” si el voto fuera obligatorio o más bien la menor o mayor cantidad de pobres votando dependerá de la calidad de la educación que seamos capaces de brindarles como país?
¿Los casi cuatro millones de no inscritos son todos pobres o jóvenes?
Por tanto siempre hay excusas y más excusas para no implementar la inscripción automática y el voto voluntario, incluso muchos siguen esgrimiendo que se deslegitimaría nuestro sistema democrático ya que existe el peligro cierto de que disminuya los potenciales votantes al ser voluntario.
Tal juicio, además de errado, es completamente disociado de la realidad, al respecto, analicemos un ejemplo.
En la segunda vuelta de la última elección presidencial, el total de inscritos en los Registros Electorales eran 8.285.186; de estos, 3.591.182 votaron por Piñera; 3.367.790 por Frei; 244.399 votos nulos y blancos; se abstuvieron de votar 1.081.815, y los no inscritos con derecho a voto se estimaban en aproximadamente 3.850.000.
En consecuencia, el universo electoral, sumando los no inscritos sería de 12.135.186.
Considerando este universo y realizando un ejercicio meramente matemático (y no legal), es posible afirmar que se abstuvo de emitir un voto válido 5.176.214 (no inscritos, abstención, nulos y blancos).
Por consiguiente, Sebastián Piñera fue elegido con menos del 40% del universo electoral -incluido los no inscritos- , no obstante lo anterior, nadie con sentido común diría que nuestro presidente carece de legitimidad democrática.
Tanto en Europa como Estados Unidos la tasa de abstención electoral es altísima 40% al 50% del universo electoral.
El sistema democrático se deslegitima por la falta de competencia en las elecciones tanto a nivel general como las que se producen al interior de los partidos políticos, por la ausencia de liderazgo, la corrupción, instituciones débiles, poder judicial inoperante, entre otros.
En este país, se ha pregonado a los cuatro vientos la defensa de un sistema económico, cuya base fundamental es la libertad y el respeto al emprendimiento de las personas, existiendo mínimas regulaciones al efecto.
Pero en materia política, la cosa cambia y nos ponemos conservadores para asegurar parcelas de poder, el problema de fondo es la falta de competencia del sistema político el cual es cerrado y se encuentra capturado por una elite que no quiere competencia ni menos nuevos actores.
Si bien la inscripción automática y el voto voluntario claramente no es la solución a todos los problemas de legitimidad de nuestro sistema político en parte ayudará a correr el cerco del conservadurismo en estas materias y generará ciertos grados de incertidumbre en las elecciones venideras.