Aunque estas palabras se dijeron hace algún tiempo, no quiero dejarlas pasar, porque llegan al alma. Las dirigió a los intelectuales de su país, el Presidente de Uruguay, José Mujica, hace un par de años.
Me llegaron a través de un correo de la periodista Elizabeth Subercaseaux, quien a su vez lo había recibido de otro colega escritor.
Puede no ser novedad, pero ad portas del diálogo, bueno sería que nuestras autoridades las conozcan.
De Presidente a Presidente, digo yo.
Aquí va un extracto.
“Ustedes saben mejor que nadie que en el conocimiento y la cultura no sólo hay esfuerzo sino también placer.
Llega un punto donde estudiar, o investigar, o aprender, ya no es un esfuerzo y es puro disfrute.
¡Qué bueno sería que estos manjares estuvieran a disposición de mucha gente!
¡Qué bueno sería, si en la canasta de la calidad de la vida que el Uruguay puede ofrecer a su gente, hubiera una buena cantidad de consumos intelectuales…!
¡No hay una lista obligatoria de las cosas que nos hacen felices!
Algunos pueden pensar que el mundo ideal es un lugar repleto de shopping centers. En ese mundo la gente es feliz porque todos pueden salir llenos de bolsas de ropa nueva y de cajas de electrodomésticos. No tengo nada contra esa visión, sólo digo que no es la única posible…
Amigos, el puente entre este hoy y ese mañana que queremos tiene un nombre y se llama educación.
Y miren que es un puente largo y difícil de cruzar.
Porque una cosa es la retórica de la educación y otra cosa es que nos decidamos a hacer los sacrificios que implica lanzar un gran esfuerzo educativo y sostenerlo en el tiempo.
Las inversiones en educación son de rendimiento lento, no le lucen a ningún gobierno, movilizan resistencias y obligan a postergar otras demandas.
Pero hay que hacerlo. Se lo debemos a nuestros hijos y nietos. Y hay que hacerlo ahora, cuando todavía está fresco el milagro tecnológico de Internet y se abren oportunidades nunca vistas de acceso al conocimiento…
Se están abriendo las puertas de todas las bibliotecas y de todos los museos. Van a estar a disposición, todas las revistas científicas y todos los libros del mundo. Es abrumador…
Este mundo nuevo no nos simplifica la vida, nos la complica…
Nos obliga a ir más lejos y más hondo en la educación.
No hay tarea más grande delante de nosotros”.
Sabias palabras, las de Mujica, pero acá no han logrado permear, de parte de los actores que toman las decisiones, el fondo de lo que mueve a nuestros chiquillos.
“Hay una canción en mí”, se llama la película alemana que ganó el Sanfic hace unos días.
Más allá de las ideologías, más allá de los vandalismos, más allá de la rabieta de quién le dobla la mano a quién, hay que tejer desde abajo, tomar el punto del bordado como la aguja del crochet, buscar el hilo, encontrarlo, afirmarlo, subirlo hacia arriba y coserlo al dibujo.
Recobrar el tiempo perdido no es fácil pero vale la pena, es lo que más vale la pena de todo.
Y el mango de esta sartén lo tiene la autoridad… todavía.