23 ene 2013

La política de los estigmas

Parte importante de la reflexión política consiste en delimitar, en grandes trazos, la gran fotografía del país que deseamos construir, es decir, lo que queremos y lo que no queremos para Chile. Cuando nuestros dirigentes logren consensuar los mínimos aceptables en materia de gestión de políticas públicas, educación, derechos civiles, políticas de género, entre otras, se establecerán los límites hacia los cuales dirigirse como metas y promesas y los puntos ante los cuales no retroceder en materia de conquistas y avances obtenidos.

Por de pronto, no queremos un país estigmatizado, donde proceder de determinada comuna o localidad lleve intrínseco un sin número de calificativos que encasillan e incluso determinan el futuro de las personas.

Bien lo saben los vecinos de sectores estigmatizados como La Legua, La Bandera, barrios de Puente Alto o Pudahuel, los habitantes de provincia, los que viven en la periferia de las grandes ciudades.

Pero hay un ejemplo emblemático por su instalación en la agenda política reciente: a muchos vecinos de Maipú les indignó el hecho de que en el video del pre candidato a la presidencia, Laurence Golborne, se calificara a la comuna como un lugar desde donde era casi imposible surgir.

Maipú es mucho más que un lugar donde puede haber dificultades: es una comuna histórica de hombres y mujeres que representan la diversidad de Chile, de familias de esfuerzo, sacrificio y tesón como en tantos otros lugares de nuestro país.

Sin ánimo de establecer una defensa a ultranza de Maipú –lugar que represento como concejala y en la cual hacemos nuestros mejores esfuerzos por impulsar políticas municipales que mejoren sustantivamente la calidad de vida- sino defender la aspiración a un país no discriminador, más inclusivo y respetuoso de sus diferencias.

Y estos conceptos no van sólo al cuidado que se debe tener al querer transmitir un mensaje como la supuesta meritocracia del pre candidato presidencial, sino a cómo entendemos la sociedad y nuestras diferencias de origen, de religión, de cultura, de diversidad sexual, social y económica.

Ésa es la discusión general que debe alinear los posicionamientos políticos que disputarán el voto en las próximas elecciones parlamentarias y presidenciales.

Ésas son las grandes definiciones que el electorado deberá ponderar, cada vez más críticamente, para establecer su preferencia: que tipo de país queremos, porque aspirar a un país más inclusivo no es apelar a la igualdad sino a la justicia.

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