Recientemente el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) con operación en Chile, dio a conocer el resultado del último “Informe sobre Desarrollo Humano en Chile 2015″.
El organismo entregó a la Presidenta Michelle Bachelet el documento, titulado “Los tiempos de la politización”, en el cual da cuentas de un escenario ciudadano marcado por las demanda hacia los políticos, una distancia con las elites y también, mayores niveles de urgencia en las reformas.
La medición describe, “la existencia de una amplia demanda por cambios profundos en diversos ámbitos de lo social”.
Así, la exigencia es alta en los temas clave, como Salud (79%) o educación (77%) y considera otros aspectos como la Constitución Política (67%) como un punto relevante a modificar.
Sin embargo, el Informe profundiza aún más en el sentir actual de los chilenos sobre la posibilidad real de cambios y en este punto me gustaría detenerme.
¿Cómo percibe Chile la posibilidad de cambios en el país?
El informe dice que las respuestas oscilan en dos polos; por un lado están aquellos que minimizan y que anulan la posibilidad de cambios aludiendo al escepticismo y a la falta de confianza en la política y los políticos, y por otro lado hay un profundo deseo de cambios que conlleva “Fe”, en que es posible y positivo seguir buscándolos.
Efectivamente, conversar sobre el cambio hoy, es posible, tiene sentido y es relevante. De hecho el informe establece que si en el año 2000 prevalecía en las personas un “bloqueo de la capacidad de soñar” un Chile distinto, en 2014 se detecta una “porfiada esperanza” de que, a pesar de todo, los cambios sean posibles.
¿Qué ha cambiado? ¿Qué buscamos como sociedad? ¿Cómo nos enfrentamos al anhelado cambio?
Definitivamente nos enfrentamos a una sociedad desilusionada de la política y de los políticos y existe una gran desconfianza en las personas “llamadas a hacer los cambios”, pero como ciudadanos ¿nos hemos cuestionado cuál es nuestro rol activo dentro de este panorama?
Si bien como chilenos hemos adquirido el suficiente poder para oponernos, avalar o paralizar las iniciativas, ¿no seremos nosotros mismos lo que estamos obstaculizando también este cambio tan anhelado, cerrándonos a la posibilidad de conversar, alcanzar acuerdos e implementar esos cambios?
¿No estaremos solicitando todo muy a la medida de cada uno? ¿a la medida de cada realidad individual dejando de vernos como colectivo, como país y sociedad?
¿Individualismo o colectivismo?
Sin duda, los grandes logros de la humanidad se deben a un esfuerzo colectivo, aunque es cierto que los seres humanos con visiones extraordinarias han trazado caminos para grandes cosas, poco hubiese significado, si el fenómeno de la colectividad no se hubiera puesto en marcha, para apoyar o continuar proyectos que han marcado la diferencia.
Todos estamos hechos para impactar positiva o negativamente a la sociedad en la que estamos, pero si todo lo que hay detrás de nuestros sueños es el éxito y la felicidad personal, no estamos llamados a ser parte de un gran cambio. Pero, ¿por qué cada día más y más personas tratan de aprovechar la mínima oportunidad a costa de los demás con tal de lograr su propio cometido?
Según el estudio británico Culture and Self-construals: Clarifying the Differences (Cultura y autoconcepto: aclarando las diferencias), que analizó los valores culturales de 36 países durante el 2011, Chile es el segundo país más individualista después de Estados Unidos.
Esto se debe a que la cultura de consumo modificó nuestros valores y aspiraciones y hoy la fama, el dinero y la imagen son primordiales en nuestra escala valórica y privilegiamos nuestras acciones y logros individuales en vez de acciones y logros colectivos. Quizás una mirada introspectiva e individual, nos invite a reflexionar sobre cómo estamos aportando a generar los cambios que anhelamos.¿Estamos siempre mirándonos el ombligo o buscamos un bien común, social y colectivo?
La colectividad es un legado ancestral maravilloso, pero nunca es en absoluto equivalente para todos, es importante no sobredimensionar estas expectativas. Quizás es imposible dividir con toda precisión las partes de un todo, en tantas cosas que compartimos en nuestra sociedad, pero cuanto más podría mejorar nuestra visión del mundo, sobre todo cuando cada vez estamos más a la merced de la ambición torcida de unos pocos.
Muchas culturas en tiempos remotos demostraron que a pesar de las jerarquías que las dividían, el comportamiento colectivo debía estar por encima de cualquier punto de vista individual. Quizás es hora de volver al origen como sociedad.