Hoy mi abuela Carmela estaba furiosa, no tengo recuerdo haberla visto tan enojada, al menos en los últimos años.
¿Qué te ocurre querida abuela? ¿Qué te tiene en ese estado?
Guardó silenció unos segundos… me parecieron eternos. La cara que tenía me hacía suponer que, tal vez, yo había cometido alguna astracanada que causaba en ella tal estado de ánimo.
Mi abuela no acostumbra decir “malas palabras”; sin embargo me pareció escuchar que, en voz baja, decía algo inadecuado.
Por fin me miró y me dijo, ¿cómo pueden ser tan ineptos?
Abuela: ¿a quiénes te refieres?
A los ejecutivos de ese canal de televisión, a los que dirigen el programa de cocineros aficionados.
En el último tiempo, y siguiendo la moda internacional de los programas de cocina y concursos de Chef, al menos dos canales chilenos han entrado en nuestros hogares con sus respectivas “ofertas” televisivas culinarias.
En mi casa, mi abuela y mis hijos pequeños son público fiel de dichos programas y yo, por qué no decirlo, de vez en cuando comparto con ellos mirando y comentando lo que nos muestra la pantalla.
En nuestra casa, como costumbre heredada de nuestra abuela, todos los hombres tenemos cierta “debilidad” por la cocina.
Pero bueno, mi abuela estaba enojada y eso es lo importante de este relato.¿Cómo pudieron eliminar a la Eliana?, ¿es que no tienen dos dedos de frente?
Recordé que hace algunas semanas ella, mi abuela, comentó que estaba bien complicado el tema de esta concursante ( mi abuela Carmela es la única en nuestra familia que se refiere a la concursante como “Eliana”; mis hijos, mi esposa y yo le decimos “Abuela Eliana” en señal de cariño y respeto).
Mi abuela había convencido a mis hijos, que dada la inteligencia y conocimiento sociológico de quienes manejan la programación del canal buscarían una “salida honrosa” a la posible eliminación de esta queridísima concursante.
De hecho, hace unas semanas cuando celebraron el cumpleaños 85 de la abuela Eliana, nuestra abuela pronosticó que la sacarían del concurso y la nombrarían “jurado benemérito ” o “jurado honorario”. “Es imposible que la eliminen y es poco probable que pueda ganar”, había sentenciado en aquella oportunidad.
Esta abuela Eliana no es una persona cualquiera. Es una octogenaria señora sacada de una novela. Sus juicios son siempre mesurados y cariñosos, siempre dice frases positivas, conciliadoras y llenas de sentido común (incluso llegué a pensar, luego de un par de programas en que la escuché con atención, que era un personaje ficticio inventado por los productores).
Dados estos antecedentes, no dejaba de encontrar razón a mi abuela cuando “calmaba” a mis hijos frente a la posibilidad de que la “Nana” estuviese en peligro de ser eliminada.
Yo llegué a convencerme que los pronósticos de mi abuela eran acertados y que de un momento a otro la Nana sería “retirada de la competencia” y pasaría a ocupar un puesto en el Staff permanente, lejos del peligro de la eliminación semanal.
Mi abuela y mis hijos están furiosos. Según dicen, la eliminación estaba programada y le tenían una placa conmemorativa de la penosa situación, además de un show donde todo el personal que esta detrás de las cámaras se despidió de ella (esto que alguien pensó como un acto positivo y de desagravio, se transformó en ignominioso según ellos).
Anoche en mi casa, me lo contó mi señora, todos tenían los ojos nublados por la emoción y a más de uno se le escapó alguna lagrimilla.
Por lo pronto, mi familia, instigada por mi abuela, ha decidido mandar cartas directamente a la familia Luksic quejándose por tan inoportuna eliminación y, por cierto en señal de protesta y repudio han dado por finalizado el programa en cuestión.
Adicionalmente han modificado la figura de fondo del “tiro al blanco”, hoy vi que la foto de un señor con claro aspecto oriental, de pelo largo y anteojos redondos remplazó al tradicional conjunto de círculos concéntricos de diferentes colores.
Mi abuela y mis hijos pequeños, a partir de anoche, por su propia decisión, dejarán de ver MasterChef. Es de esperar que el remedio no sea peor que la enfermedad. Capaz que se pongan a “estudiar el caso Penta”.
Yo preferiría que, aunque enojados, sigan mirando a los cocineros y evitándoles el bochorno del “desplome del raiting” a sus irreflexivos productores.