“…No quiero estar con mis papás…” Byron, con apenas seis años, a merced del sistema encargado de protegerlo.Pasó 15 meses en una institución del SENAME, y antes de cumplir 2 años fue entregado temporalmente a la familia materna para su adopción.
Pero, hace algo más de un año el Tribunal de Familia de Castro decidió devolverlo a sus padres, a pesar del historial de violencia intrafamiliar ya conocido.¿Se habrá decidido pensando en el bien superior del niño?
Imaginamos que sí, pero los hechos indican que, una vez más, se equivocaron y Byron sufrió las graves consecuencias de una decisión errada que tampoco fue supervisada. La noticia estalló hace algunos días, cuando Byron fue internado en el hospital de Castro producto del maltrato sistemático sufrido a manos de sus padres. Nada de esto es producto del azar, el sufrimiento de este niño de seis años es consecuencia de las deficiencias de un sistema que se pretende especializado.
¿Hasta cuándo los niños de este país deben sufrir las consecuencias de las irregularidades, deficiencias, desinterés, negligencias de un sistema que sigue dando muestras de su debilidad e incompetencia para cumplir con las funciones que la ley le encomienda?
¿Hasta cuándo seguimos enredados en discusiones erradas y tardías sobre la protección de la familia en Chile?
En el caso de Byron -que es un ejemplo de la cotidianeidad que viven miles de niños-, no hubo profesores/as que alertaran sobre el sufrimiento al que era sometido, ni médicos, ni dentistas, ni psicólogos, ni vecinos.
Aunque probablemente muchos de ellos nunca llegaron a atenderlo, ya que el sistema de salud no va en busca de los más vulnerados sino que espera que ellos lleguen espontáneamente.
En cuanto a los vecinos, parece ser que somos ciudadanos capaces de tolerar altos niveles de violencia; de otra forma no se explica que el niño haya pasado casi un año y medio sometido al maltrato de sus padres.
Luego, esperamos que niños maltratados se transformen por arte de magia en ciudadanos saludables y respetuosos de las reglas de la sala de clases, en la calle, en la casa, y algún día en sus propias familias. Muchos lo logran, a pesar de sus padres, a pesar de sus profesores, a pesar del sistema de salud, a pesar de la justicia; lo logran vulnerados en sus derechos esenciales.
Otros tantos no pueden con su historia y pasarán a formar parte de los llamados infractores juveniles. Niños rehenes de familias donde los gestos de bondad y contención elementales están ausentes, niños que se debaten en el azar de ser mártires o héroes, o simplemente marginales.
Como dijo un gran humanista, el ser humano deviene persona inserto en el grupo (familia, escuela…), es necesario observar su desarrollo al interior del grupo y la forma en que su destino estará íntimamente ligado al mismo; así como también el destino de cada uno marcará el destino del grupo. Los hechos y experiencias recogidos del entorno por cada persona en particular, irán construyendo su vida psíquica profunda.
Las personas somos la expresión de un devenir incesante, y ese devenir está en gran medida condicionado por el medio que cada ser humano edifica en su alma, el que será una réplica del medio en que la vida lo ha instalado.
La realidad del país indica que las políticas y programas implementados en estos 24 años de democracia han tenido magros resultados en la protección de nuestros niños. Los hechos que nos impactan recurrentemente, más bien, estarían desnudando una débil voluntad política para enfrentar este fenómeno, y cuando se pierde de vista la prioridad que debe darse al cuidado de la infancia y adolescencia nos debilitamos como sociedad.
Es necesario transparentar y revisar el uso de los recursos que el Estado destina al sistema Sename. Es necesario revisar la distinción entre niños/as de “protección” y niños “infractores” que atiende este Servicio y su extensa red de colaboradores y tener en cuenta que ambas categorías se dan en un continuum.
Es necesario analizar si la frontera establecida entre ambas categorías-y la forma en que opera- tiene alguna utilidad para los niños/as y adolescentes o para el servicio. Es un hecho que los niños/as y adolescentes infractores de ley son sujetos de protección.
El miedo en las simples palabras de Byron “…no quiero estar con mis papás…”, debe hacernos reflexionar sobre la grandilocuencia de discursos políticamente correctos, mientras los niños y niñas del Sename siguen esperando. En tanto se resuelven las grandes ideas y propuestas-muchas de ellas necesarias- es posible mejorar las cosas introduciendo mejoras que sólo dependen de una decisión administrativa.