Chile se parece mucho a la comarca descrita por Tolkien, Pellegrini demasiado al clásico hobbit cándido que logra una hazaña planetaria y Martín Vargas al héroe de los medianos cuya gesta lo deja estigmatizado ante sus semejantes.
Los hobbits son desconocidos, de una región no asimilada por los mapas y se fueron encerrando en sus asuntos sin dar importancia a lo que ocurría en el mundo exterior, viviendo en una paz de buena factura hasta que la Tierra Media se polarizó entre el bien y el mal durante la Guerra del Anillo, en la que el mago Saruman invadió su generosa tierra.
Los “medianos”, como también se les dice, poseen como valor cultural central el conservadurismo, suelen juzgar al otro según ese grado de conformismo respecto a la vida del tranquilo reino.Comen 6 veces al día y organizan insulsas fiestas monótonas de grandes banquetes donde se hacen regalos mutuos, por lo común objetos que se entregan por no tener una utilidad práctica.
Para esta raza creada por Tolkien, el cuestionamiento, el descontento, la ambición y el espíritu aventurero son algo mal visto en sociedad.Cualquier similitud con Chile es pura coincidencia.
Sin embargo para toda norma hay excepción, de vez en cuando un hobbit audaz realiza hazañas importantes para el concierto de la Tierra Media.
Si toda esta homologación es válida, Pellegrini es ese hobbit anómalo, como todos los chilenos que han logrado notoriedad mundial honesta desde el arte, la ciencia, el deporte, la política o cuanta disciplina exista.
Siguiendo la misma línea de reflexión, Martín es el héroe que se convierte en antihéroe, pues al igual que Bilbo logra reconocimiento de sus pares, pero carga con el estigma de ser extraño, poco sociable, huraño tras su épica mundial.
Por un hobbit que es conocido en el mundo, hay millones anónimos de un país no reconocido por el ciudadano promedio de los centros mundiales.Pellegrini pasa por italiano o argentino, Martín podría haber sido perfectamente peruano para un alemán del montón. Chile lleva en su ADN no ser del mundo y no estar en el: “Nadie nos conoce”, se llama un tema de Fulano del año 89.
Otro rasgo nacional-hobbit es no reconocer el mérito ajeno. Pellegrini se fue de Chile rodeado de crítica, sobre todo por auto denominados “gurúes” del fútbol, de pensamientos xenófobos, clasistas y fascistoides. Martín cada vez que peleaba un título sin éxito, recibía el abandono de la prensa de la comarca.
Pasaron los años y el ex jugador de la U de Chile triunfó en Ecuador, Argentina España y su Manchester City hoy es campeón en Inglaterra.Una hazaña del hobbit Pellegrini.En ese país Manuel es destacado como un apasionado del fútbol, fluido y creativo, acá aún genera recelo entre sus pares.
En el otro lado de la fortuna, Martín estuvo hace poco en el hospital y vivió una intervención salvadora. Al mismo de Osorno, que peleó cuatro campeonatos mundiales y que un día,hace unos 5 años, subió al vagón del metro donde yo viajaba, un cajón de manzanas dónde íbamos todos los que hemos vivido cuidando el empate.
Martín es más duro que el martillo y con una suerte más torcida que la hoz. Martín, bajo, de nariz chata, receloso, capaz de noquear todavía a un tipo 30 años más joven.No auspicia a ninguna marca ganadora como Manuel.
Martín de mirada nada diplomática ese día subió al vagón y el silencio habitual del metro se tornó mausoleo con su presencia.Martín entró, miró a todos desde su dura infancia rural y con cada movimiento de cintura fue liquidando uno a uno, con golpes directos al mentón, con esa mirada fría, torva de Martín contra los de la comarca.
Martín miró varias veces porque sentía que lo miraban, los voyeristas escondían la cabeza, ninguno apostó a acercarse, a darle las gracias, a pedirle un autógrafo o por último a decirle que era un engreído, que habla de sí en tercera persona.
Martín,desdeñoso en su mirar,lo dijo todo: ¿quién se podía jactar en ese vagón que era el número 3, 8 o 10 a nivel mundial en la actividad que realizaba?,nadie. Martín se volvió varias veces hacia los demás con el ojo de tigre para decir: “yo sí y ustedes no”, todo en 4 estaciones-rounds que él ganó por presencia, en ese silencio eterno.
Martín con prensa hoy sólo si se muere tras una operación, tomó ese día el pasamano del vagón con rabia, porque iba rumbo al matadero del empleo mal pagado, como todos.
Martín con respiración iracunda, porque el metro no va tan rápido como el auto deportivo que debe haber tenido,porque no es simpático, no es ocurrente o “pintoso”.
Martín, su mutismo y la falsa despedida del 95, porque a los dos años anunció un retorno que no fructificó.
Pero a ver, ¿quién se atreve a retornar cuando ya todo se ha perdido?, parecía vociferar Martín con la mirada a los pasajeros hobbits, éstos siempre prestos a endosar el chirimoyo del pago de Chile o a ensalzar a la AFP de turno, la que se sube al carro de la victoria de un Manuel regio y ABC1.