“Muchas personas sumamente respetables, tanto de la antigüedad como del presente,han sido homosexuales. Entre ellos están algunos de los más grandes: Platón, Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, etc. Es una gran injusticia perseguir la homosexualidad como si fuera un crimen. Y una gran crueldad también. Y si no me cree, lea los libros de Havelock Ellis”.(Viena, 09 abril 1935) Carta de Freud a la madre de un joven homosexual.
Cuesta creer, para un amplio y aplastante número de profesionales que trabajamos en salud mental, que se siga dando espacio a las llamadas Terapias Reparadoras de la Homosexualidad. Y cuesta creerlo por diversas razones. Este día martes 09 de Octubre se realiza un seminario en la Universidad Católica, bajo el alero de la “no discriminación”, que alberga a profesionales cuyo discurso y prácticas homofóbicas son de masivo conocimiento.
Hace muchos años que la homosexualidad, en acuerdo con los criterios de salud mental mundiales, fue eliminada del DSM (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders). Además, la OMS ha sido enfática en descartar a la homosexualidad como una patología.
En el mundo, observamos grandes avances respecto a este tema. Solo por dar un par de ejemplos, hace poco el estado de California aprobó una ley que prohíbe las terapias y tratamientos para dejar de ser gay. Esta prohibición se deslinda de la gran cantidad de suicidios y depresiones gatilladas en niños, adolescentes y jóvenes que han sido sometidos por sus padres a estas prácticas.
En Argentina, la ley 26.657 plantea que “las supuestas terapias de reversión de la homosexualidad están prohibidas y quien las realice puede perder su matrícula profesional y enfrentar procesos en la justicia” (Leonardo Gorbacz, psicólogo y autor de la Ley en Argentina). Estos avances se basan en considerar estas prácticas sin base científica y abiertamente como un atentado discriminatorio e inhumano.
Porque, a diferencia de lo que plantean los que ejercen estas prácticas, estas terapias no son inocuas y causan graves daños en la salud mental de los sujetos.Estas terapias, someten a los jóvenes a implacables abusos psicológicos que pretenden hacer renunciar y desviar su condición espontánea a una condición impuesta y antinatural. Es una forma de tortura que éticamente no debemos permitir ni silenciar.
La homosexualidad, en esta sociedad, es tremendamente maltratada. Los homosexuales son tratados como ciudadanos y ciudadanas de segunda clase, privados de derechos fundamentales. Solo recientemente y a raíz del lamentable caso Zamudio, se dictó la ley de antidiscriminación, la cual, hay que decirlo, aún es insuficiente. Y el problema no es solo la discriminación en base a derechos fundamentales.El problema es a nivel subjetivo y social: es un verdadero cáncer.
La sociedad chilena condena en demasía la diversidad. El y la homosexual crece sintiendo esta diferencia y viviendo la emergencia de sus deseos, sea en el momento que sea que aparezcan, con una inmensa culpa y desazón.
Si ya para los heterosexuales la vivencia de la sexualidad es tan difícil producto de una sociedad conservadora y cruzada por el gran látigo de la religión, para un homosexual la vivencia es infinitamente peor. Crecen sintiendo el rechazo, la sensación que sus vivencias son pecaminosas, el rechazo de sus pares y, más aún, el rechazo y la desconfirmación de sus familias.Son muy pocos los homosexuales que cuentan con un entorno cercano que los valide. Esa es una gran realidad.
Estas terapias, lo que hacen es intentar convencer a las familias y a los jóvenes que se pueden dejar de ser lo que se es.Pero el deseo no puede ser desviado, solo truncado.Y ese truncamiento es doloroso, inhumano y fuente de enfermedad y desolación. Si un homosexual se siente disconforme con su condición, no lo es por la homosexualidad misma. Lo es porque la sociedad no le permite vivir su humanidad.
La homosexualidad no debe ser tomada como una patología ni como una perversión. Si hay algún tipo de terapia para los homosexuales, ésta debe estar orientada a ayudarlo a asumir su homosexualidad y vivirla sanamente, para transitar por este proceso acompañado y no en soledad.
Las terapias para sanar la homosexualidad son como las amarras que se le ponían a los zurdos para convertirlos en diestros a la fuerza. Son antinaturales. Es necesario que los niños, adolescentes, jóvenes, hombres y mujeres sientan el apoyo de sus padres, sientan que tienen redes y figuras cariñosas estables. Hay que evitar las conductas de rechazo.
Solo así podrán disfrutar su vida sexual en plenitud, que es la única manera de vivir sanamente. Todo acto que apunte a lo contrario, es simplemente, tortura.