Primero que todo me parece primordial que Chile consensue que los actos de violencia no son justificables bajo ninguna circunstancia, no lo son a la hora de manifestar el descontento social y menos aún cuando recordamos a los mártires de uno de los episodios más negros de nuestra historia.
Lamentablemente, hoy se suma un carabinero más a la lista de fallecidos en un 11 de septiembre por cumplir su deber y servir a su país, la sociedad se conmueve y de diversos sectores aparecen muestras de apoyo para la institución y la familia del cabo abatido.
El gobierno muestra su rechazo y en medio de este clima el subsecretario del Interior, Rodrigo Ubilla, declara: “la única forma de terminar con esto es arrinconar a esos delincuentes”.
Probablemente la frase anterior no generará mayor revuelo e incluso nos parezca normal, ya que no posee nada extravagante y posiblemente hayamos escuchado premisas en esta línea anteriormente, pero detrás de esta aseveración se esconde el alma perversa de la sociedad en la que vivimos y que al parecer no queremos ver.
El Subsecretario habla de arrinconar, justamente lo que nuestro modelo de sociedad ha hecho las últimas décadas, segregar a la población según estrato social y excluir a las capas más bajas de la sociedad.
En otras palabras, se han generado ghettos urbanos con una cultura propia, clasificando incluso como “antisociales” a quienes viven en estos sectores, lo cual probablemente tenga bastante asidero, pero básicamente porque la sociedad así lo ha determinado, discriminando de manera colectiva sin mayores cuestionamientos.
¿Qué más podemos arrinconar a un segmento de la población que ya está aislada y con escasas (casi nulas) posibilidades de salir de su condición?
¿Es acaso la meritocracia y la igualdad de oportunidades algo real en estas esferas?
Para quienes no les queda claro, no estoy justificando la violencia, ni tampoco creo en una causalidad estricta entre violencia – actos delictuales y pobreza – marginación – desigualdad, ya que la gran masa de estos segmentos son personas trabajadoras, que pese a las dificultades y precariedades logran llevar una vida digna con gran esfuerzo.
Sin embargo, creo que es un tanto miope quedarnos en los hechos y en las cifras, sin al menos cuestionarnos el por qué de este comportamiento y asumir la responsabilidad que como sociedad tenemos al haber construido una muralla impermeable entre los sectores más desposeídos y el resto de la sociedad, donde la cuna determina tu futuro casi con un 100% de probabilidad.
Un tercio de los detenidos en los disturbios este 11 de septiembre nació en democracia y probablemente su actuar no tiene relación directa con el golpe militar y la dictadura, sin embargo estas fechas son la oportunidad que tienen para poder decir (de mala manera sin lugar a dudas): ¡aquí estamos, existimos!
Es la acumulación de injusticias sociales, historias de marginación y frustración ante un futuro poco esperanzador que explotan, tal y como ocurre cuando la tierra acomoda sus placas tectónicas, liberando energía que por años se ha acumulado y produciendo devastadores terremotos.
Estoy seguro que si pudiéramos impedir que la tierra acumulase energía para así evitar los terremotos lo haríamos, porque entendemos la gran pérdida de bienestar social que esto significa.
Por las sociedades también fluye y se acumula energía, pero la diferencia es que nosotros sí podemos encausar ésta.
¿Por qué no hacerlo? ¿Simplemente porque podemos “escapar” a ghettos acomodados y así minimizar el impacto energético de la sociedad?