Los temas coyunturales que nos acosan diariamente a través de los medios de comunicación y las correspondientes opiniones que al respecto se vierten en los medios sociales, desvían la atención respecto de los temas más trascendentes.
Por esta razón, sería útil detenerse un poco ante esta vorágine de información, para poder mirar con más tranquilidad hacia adelante e intentar visualizar qué tipo de país queremos los chilenos, destacando aquellos aspectos generales en que la mayoría podría estar de acuerdo.
Un ejercicio de este tipo podría comenzar con el aporte de una definición general de país, que pueda ser discutida y ojalá consensuada por las instancias que corresponda y, en una etapa posterior, incorporar definiciones más concretas y orientar en base a ellas las posibles soluciones para implementarlas.
Desde ese punto de vista, podríamos visualizar a Chile como:
Un país pacífico.
Esto significa que seamos un país amigo de la paz, a la que consideramos como un valor superior. Creemos que la diversidad de opiniones es legítima, normal y muchas veces deseable, y que las controversias pueden solucionarse en forma pacífica.
Esto requiere que no tengamos sentimientos negativos, sino una actitud positiva frente a la paz, de respeto hacia los demás y una buena disposición para llegar a acuerdos.
No queremos que el orden interior se vea alterado por luchas o discordias entre chilenos, sino de optar por la paz social y así disminuir al máximo la delincuencia, los apasionamientos políticos, la violencia en lugares públicos y la violencia intrafamiliar.
A nivel internacional significa mantener relaciones cordiales con los demás países y respetar y hacer respetar los acuerdos internacionales y reducir en conjunto con ellos las inversiones en defensa.
Cuando seamos capaces de eliminar los cercos que nos separan de nuestros vecinos, significará que viviremos en un clima de entendimiento y estabilidad.
Un país solidario.
Significa comprometerse con la causa de los demás, entender que se obtiene mayor felicidad cuando se da que cuando se recibe. Esta actitud se debiera tener especialmente con quienes más lo necesitan, a quienes debemos mirar como seres humanos que también tienen derecho a ser felices.
Pensar en un Chile con menos desigualdades, donde quienes han tenido mejores oportunidades, puedan solidarizar con quienes la vida les ha sido más adversa. Pagar impuestos proporcionalmente a los ingresos, no por una obligación sino con el ánimo de ayudar y dedicar una parte del tiempo propio a una causa noble.
De esta forma el país asume el compromiso de terminar con la pobreza y de entregar las condiciones mínimas de dignidad para todos quienes nacen en este hermoso suelo.
A fin de cuentas todos vivimos en una misma sociedad, que practica valores como éste, donde todos necesitamos de todos y donde todos tenemos los mismos derechos y deberes.
Un país de oportunidades.
Significa que seamos capaces de otorgar y aprovechar determinadas circunstancias que sean de beneficio para quien las toma. Pensar en un país donde cualquier chileno tenga la opción de acceder a la educación superior, ejercer un oficio o tener las facilidades para desarrollar nuevos emprendimientos, especialmente de micro y pequeñas empresas.
Así los chilenos sentirán un respaldo que los haga sentirse realizados, mediante el desarrollo de sus habilidades y con su esfuerzo personal y con ello procurar ser más felices.
Como una condición básica, cuando la educación escolar pública genere los mismos niveles de aprendizaje que la educación privada, podremos decir que estamos entregando reales oportunidades a todos los chilenos.
Es difícil imaginar que algún chileno no quiera vivir en un país que ame la paz, donde sus hijos vivan en forma digna y que al nacer tengan las mismas oportunidades para desarrollarse como personas.
Aplicar en la práctica estas tres definiciones, podría ser un buen comienzo para delinear el país que queremos.