Durante las últimas semanas, hemos sido testigos a través de los medios de prensa, de dos hechos alarmantes: primero, el rapto de una recién nacida desde un centro hospitalario por parte de una persona capaz de cometer un delito con tal de satisfacer una necesidad propia, sin detenerse a pensar en el bien de la niña.
El segundo, y tal vez más dramático aún, el robo de una niña de dos años, que se encontraba en la unidad de cuidados intensivos tras ingresar de urgencia al centro hospitalario intoxicada con pasta base en su propio domicilio, siendo los familiares directos de la niña quienes, haciendo valer su condición de familia de origen de la niña, se arrogan el derecho de llevársela.
Cuando nos enfrentamos a este tipo de hechos cabe preguntarse ¿Basta solo con el deseo de ser padres?
Son muchas las solicitudes de personas interesadas en adoptar un niño que se reciben a diario en las fundaciones que trabajan la adopción, sin embargo, no todas las personas están capacitadas para hacerse cargo del cuidado de un niño, esto queda claramente demostrado con las alarmantes cifras de niños vulnerados que manejan los organismos oficiales.
La Convención de los derechos del niño señala que “…el niño, para el pleno y armonioso desarrollo de su personalidad, debe crecer en el seno de una familia, en un ambiente de felicidad, amor y comprensión”. Sabemos que esto no siempre es posible y es misión del Estado asegurar que se cumpla con este derecho fundamental.
Cada país tiene su propio sistema de atención a la infancia vulnerada. En Chile desde hace varios años se intenta ejecutar un sistema que le permita dar respuesta rápida y oportuna a las necesidades de miles de niños víctimas de esta realidad. La creación del Servicio de Protección a la Infancia y Adolescencia como entidad independiente del programa que trabaja con menores de edad que han tenido problemas con la justicia, es una de las iniciativas que se ha desarrollado para avanzar en este tema.
Hoy resulta urgente atender la alta demanda de niños que han sido maltratados, las últimas cifras hablan de cerca de 6.000 niños esperando ser atendidos por la red del Sename, sin embargo, la falta de recursos no permite cubrir esta necesidad con la urgencia que se requiere.
Es aquí donde las organizaciones privadas intentamos aportar a esta causa. En la Fundación Chilena de la Adopción, entidad que dirijo, estamos convencidos de que una de las mejores alternativas de protección a un niño que ha sido gravemente vulnerado es la adopción, principalmente porque restituye de manera definitiva el derecho esencial de todo niño a vivir y desarrollarse en una familia que lo proteja y lo ame.
Sin embargo, para acceder a adoptar a un niño, se deben cumplir etapas obligatorias que componen el proceso y que han sido elaboradas para asegurar la incorporación del niño a una familia cuyos componentes, principalmente los padres adoptivos, sean personas idóneas, es decir, personas que tengan la estabilidad psicológica y emocional que se requiere para criar a un niño en un entorno psicosocial sano y seguro.
Actualmente la ley establece que basta que un niño menor de un año sea desatendido durante un mes para considerarlo en estado de abandono. Si se trata de un niño mayor de dos años, basta con dos meses de negligencia, entendiendo el abandono o negligencia como la falta de protección y cuidado mínimo del niño por parte de quienes están a su cargo.
A partir de esto podríamos suponer que no debieran haber niños mayores de dos años institucionalizados y en situación de abandono, pero las estadísticas nos hablan de una realidad distinta, siendo casi 13.000 los niños que forman parte de algún sistema de protección del Sename, de los cuales un gran porcentaje, se encuentra en situación de abandono de acuerdo a sus causales de ingreso al sistema.
La labor de las instituciones como Fadop, es buscar la mejor alternativa de padres para un niño que ya careció de ellos, es por eso que no se escatiman esfuerzos en el proceso de evaluación al que se incorpora a todos los padres postulantes.
Mucho se dice acerca de lo engorroso y largo que resulta un proceso de adopción, pero nada es más delicado que definir el futuro de un niño y de una familia.
Por eso, aspectos como una sana motivación por adoptar, un duelo bien resuelto de la paternidad biológica, una personalidad empática con bajos porcentajes de egocentrismos y un estado de salud compatible con la realización de una vida cotidiana normal, entre muchos otros, son esenciales en la evaluación psicosocial a la que se someten los postulantes.
También resultan imprescindibles los talleres de preparación específicos, en los que se orienta a los futuros padres en lo que respecta al ejercicio de una paternidad adoptiva responsable y en los que se busca trasmitir la importancia de crear vínculos sanos y estables con el niño, aceptándolo en plenitud y creando conciencia en los padres adoptivos de la importancia de respetar su historia de origen, para que el niño pueda ir formando su identidad de hijo adoptivo con naturalidad y normalidad.
Trabajar con infancia vulnerada y cambiar el destino de esos niños para siempre es un gran desafío, pero también una tremenda responsabilidad.