Mi abuela amaneció muy decaída. Pensé que mis pequeños hijos la habían contagiado con H1N1, pero al parecer el problema es otro.
¡Qué terrible esto que ha sucedido con este joven Zamudio!
¿Cómo es posible que se puedan organizar estos grupos de individuos que van por la vida golpeando, torturando y asesinando personas por el sólo hecho de ser considerados diferentes a ellos?
Bueno abuela. Ésa y otras preguntas parecidas deberán responder nuestras autoridades, y también nosotros los ciudadanos comunes. Tú sabes que se ha discutido mucho sobre la necesidad de tener una ley antidiscriminación, y que las posiciones de algunos de nuestros legisladores dejan bastante que desear.
Me miró unos segundos y me dijo: la ley por sí sola no será de gran ayuda.La tolerancia es un tema cultural y la cultura se construye desde el educar. Para cambiar la forma de vida, las costumbres y las tradiciones existentes, es necesario un esfuerzo que va más allá de una ley.
Abuela, ¿te opones a la ley?
Qué barbaridad. Presta atención a lo que digo. Se necesita más que la sola ley. Así como los derechos humanos son hoy día un tema que los niños conversan en sus colegios y hogares, es necesario que se converse sobre la tolerancia y la diversidad.
Abuela, nuestra familia ¿fue siempre tolerante?
Para nada. Lo que ocurre es que uno de mis sobrinos informó a temprana edad, que era homosexual. Se armó la trifulca. Su padre quería enviarlo a un reformatorio con el propósito de “mejorarlo” o, en su defecto, echarlo inmediatamente de la casa, de preferencia a otro país.
¿Y qué pasó? Cuéntame por favor los detalles de cuando comunicó su condición sexual.
En primer lugar debes aprender que no es una condición sexual, es una orientación sexual, y respecto a lo que ocurrió, debo contarte que afortunadamente se generó una gran discusión familiar y decidimos apoyarlo en sus decisiones. Fue hace ya muchos años. En aquella época era más difícil que ahora.
¿Y eso fue suficiente?
Bueno, nos ocurrieron una serie de otros hechos fortuitos que nos han llevado a entender que la diversidad existe y que la tolerancia es un valor. Un valor que siempre, en algún instante de nuestras vidas, juega a nuestro favor.
¿Entonces abuela?
Mira, yo pienso que la ley es buena para controlar a quienes cometen abusos contra cualquier minoría, pero estoy convencida que la incorporación del tema con fuerza en los contenidos educativos y, lo más importante, en las conversaciones familiares, son vitales para progresar en este sentido.
Y sin respirar, continuó diciendo: nuestra familia ha sido afortunada al haber desarrollado estos valores. Todos mis hijos, hijas, nietos y nietas han podido mostrar con orgullo sus orientaciones, opciones y elecciones: masones que contaron en épocas en que esta condición era secreta, homosexuales que socializaron su opción, matrimonios interraciales en épocas en que se cuestionaban. Y otros que han sido minorías sin quererlo.
¿Cómo es eso abuela?
Bueno. Hay minorías discriminadas que no lo son por opción sino que por alguna condición étnica, o por accidente (que va desde los de la “vida cotidiana” hasta aquéllos de carácter genético y que nos acompañan desde que nacemos). Todo esto nos ha transformado, afortunadamente, en la familia que somos.
Me despedí y no dejé de sentir orgullo por mi abuela. La más longeva, tolerante y sabia de mi familia.
Mientras me alejaba, pensaba en que mi deber ciudadano es, como mínimo, seguir transmitiendo estos valores a los niños y jóvenes descendientes de mi abuela.