En los últimos días han aparecido en la prensa escrita diversas opiniones en relación a interesantes proyectos que se quieren implementar con el objeto de atacar de modo frontal la temática de la delincuencia.
Se plantea, por ejemplo, entre otras cosas, talleres laborales remunerados al interior de las cárceles, de modo que el reo al salir en libertad haya adquirido habilidades “sociales y laborales” que le permitan, se dice, encontrar un trabajo.
Por otro lado, se habla de la terapia multisistemática traída de los Estados Unidos, que busca “cortar de raíz la carrera delictual de los menores”.
En relación a esta última propuesta, vale la pena señalar, que la Fundación Paternitas lleva años ejecutándola, con resultados altamente positivos en cuanto a recuperación juvenil e inserción escolar, familiar y social.
Me parecen muy interesantes dichas propuestas, sin embargo, creo que hay que reenfocar el problema de la delincuencia si es verdad que queremos alcanzar éxito en una materia tan compleja y de difícil manejo.
Cuando se plantean programas y propósitos en la lucha contra la delincuencia parece ser que lo que se enfatiza primariamente es el pragmatismo, cuestión que en lo que nos compete hace perder el objetivo y por lo tanto la dirección hacia donde debemos encaminarnos.
Es improbable, por no decir imposible, disminuir las tasas de la delincuencia de una manera real, permanente y constante en el tiempo cuando no se enfoca el problema a partir de las causas que llevan a familias completas a optar por un modo de vida al margen de la ley.
Hemos dicho en todas sus formas que la delincuencia, en muchas ocasiones, es transgeneracional, involucrando por esa cualidad a generaciones completas.
En este sentido no basta con la simple capacitación o habilidades laborales para arrancar a un sujeto de las redes delictuales en que prácticamente nació, involucrándose, desde que abrió sus ojos, en dicho ámbito cultural.
Aquello, analizado desde un aspecto sociológico habla y explica la problemática por sí misma.
Si a eso le añadimos el consumo abusivo de drogas, alcohol y otros elementos adictivos experimentados, también, desde el seno materno o en período de lactancia o posterior a ella, podemos concluir que son muchas las acciones que es necesario llevar a cabo con un sujeto, hombre o mujer, involucrado en el mundo del delito.
Los análisis neuropsiquiátricos efectuados a las personas que nos toca atender a diario son elocuentes en materias de graves conflictos espirituales, sociales y morales que se esconden en lo más hondo de cada ser.
Sin la liberación del odio y de las venganzas, sin la curación de las heridas del alma o las propuestas efectivas y concretas de humanidad, todo lo demás, si no se toma en cuenta lo anterior, puede ser simplemente esnobismo deslumbrador.