Los niños del Maule no se imaginan a Papa Noel con una bolsa al hombro trepado a una chimenea o a Santa Claus cargado de regalos a bordo de un trineo.
Ellos saben, porque lo han visto, que el Viejo Pascuero, vestido de rojo, con gorro y barba blanca, como manda la tradición, viaja en un tren. Y así lo dibujan cuando la maestra les pide que escenifiquen en un papel esta fecha tan esperada.
Los pequeños que viven a lo largo de los cien kilómetros que separan Talca de Constitución, en aldeas próximas al río , tienen sobrados motivos para afirmar que los regalos de Navidad se ocultan en los vagones del achacoso tren que ven pasar a diario, ya llueva o haga calor, salvo terremoto o salida de cauce del Maule.
Desde hace 21 años, la Universidad de Talca cumple el rito de trasladar por el ramal que se niega a morir a un Viejo Pascuero cargado de paciencia, energía y, sobre todo, de regalos, con la misión de hacer realidad ilusiones tanto de menores como de ancianos.
La tradición hace posible que hoy, aquellos que siendo niños recibieron juguetes y caramelos sigan acudiendo a las estaciones del ramal pero ahora con sus hijos en los brazos o cogidos de la mano para que conozcan al Viejo Pascuero que alegra la existencia en tan remotos parajes.
Nada menos que 29 paradas, en siete horas y media de viaje, hizo el tren del ramal el pasado domingo en el trayecto Talca-Constitución.
Colín fue el punto de arranque de la frenética actividad del Viejo Pascuero. La entrega de libros, la mayoría editados por la Universidad de Talca a la biblioteca de la escuela pública del lugar, y un desayuno para cargar las pilas del Viejo Pascuero y comitiva, marcaron la pauta de lo que sería el resto día.
Al igual que en Colín, en Curtiduría, González Bastías, Toconoy, Maquehua,las estaciones principales del ramal, se sucedieron los abrazos y los vivas al Viejo Pascuero que repartía sin desmayo caramelos, juguetes varios y a los mayores pan de Pascua .
En cada una de esas estaciones los lugareños esperaban al ilustre visitante y acompañantes con mesas muy bien adornadas y repletas de pan caliente, tortillas de rescoldo, chancho en piedra, queso fresco, pan dulce, bebidas a destajo, mote con huesillo, además de frutas de la temporada…arándanos y damascos,
Y no solo el Viejo Pascuero sudó la gota gorda, ya por repartir los regalos o por posar para las cámaras digitales (la modernidad también ha llegado a los aislados parajes maulinos).
También quedaban sin aliento los miembros del coro de la Universidad de Talca que amenizó los actos de entrega con un variado repertorio de villancicos.
Hay que decir que en Maquehua, la última estación importante antes de llegar a Constitución, el conductor del tren fue recriminado por los lugareños cuando intentó reducir la actuación del coro para acelerar la marcha al destino final.
Una anécdota que demuestra que la visita del Viejo Pascuero a los pueblos y aldeas del ramal maulino tiene normas de protocolo no escritas que se deben respetar.
Yerko Moreno, vice rector de la Universidad de Talca, considera que esta tradición navideña que comenzó hace 21 años por iniciativa de un grupo de docentes y funcionarios, es un compromiso de la institución con la sociedad rural del Maule.
Además, implica el apoyo de la universidad a unas villas, pueblos o aldeas con ideales de superación y defensoras de sus tradiciones, de sus raíces. Una de ellas es salvar a un ramal que es para algunos el único medio de transporte y que tiene enorme potencial para el turismo.
No solo la universidad interviene en este viaje anual navideño por la ribera del rio Maule.
Marcela Albornoz, directora de Extensión Cultural, recuerda el compromiso de las principales empresas de la ciudad, además de la respuesta de diferentes sectores de la comunidad a una campaña del juguete que se desarrolla a lo largo del año.
Este tren de la Navidad deja en la memoria recuerdos, imágenes difíciles de olvidar, como la de un niño de unos cuatro o cinco años que mira solitario desde el patio de su humilde vivienda el paso del tren. El maquinista se detiene, el Viejo Pascuero baja, camina unos metros y entrega a un regalo al pequeño, que lo recibe con una tímida sonrisa.
Ese niño dibujará al Viejo Pascuero bajando de un tren.