Hace unos días el señor Arzobispo visitó la sección juvenil ubicada al interior de la cárcel de Puente Alto. Allí junto a los jóvenes en privación de libertad celebró la santa misa y oró por la pronta libertad de cada uno de los presentes. Algunas familias que acompañaron a sus hijos presos quedaron impactadas por las palabras que el señor Arzobispo les entregó a los muchachos.
Monseñor Ezzati, hijo espiritual del gran don Bosco, supo leer en los pliegues más profundos de esos jóvenes el anhelo de bien y deseo de cambio que cada uno de ellos guarda como tesoro escondido en su alma y corazón.
Poco antes de la misa hizo un recorrido por los talleres de confección de rosarios y pintado de imágenes de vírgenes de Montserrat. Sentados en una mesa sencilla y volcados hacia el trabajo, iba cada uno entretejiendo sus sueños y en los colores de las imágenes y trenzado de los rosarios, se dejaba ver ese fuego del Espíritu Santo que toca, inflama y quema, invitando a un futuro nuevo, promesas y esperanzas.
Son jóvenes marcados por un pasado violento, lleno de carencias y de tormentosos episodios.
Los talleres de confección de rosarios y pintado de imágenes de Montserrat se convierten para ellos, por un lado, en la vía dolorosa, pues en el silencio de su trabajo, repasan los oscuros entramados del pasado y en la construcción paulatina y paciente de la materia se renuevan, se fortalecen y se comienza a rearmar la constitución más intima de lo moral y de lo humano.
Talleres productivos: todo lo contrario del ocio, de la proliferación de la violencia, la venganza y la agresión.
El Arzobispo de Santiago pudo constatar, al final del encuentro con los jóvenes, un camino de esperanza potente, un proyecto que ennoblece, dignifica, desarrolla habilidades y cultiva un modo de ser útil para la comunidad, que lo dejó lleno de profundas emociones.