Una vez más se quiere podar nuestro sistema educativo. En tiempos no tan lejanos, se quiso suprimir o disminuir las horas de la asignatura de historia para pasarlas, según se dijo, a lenguaje y comunicación.
Esto, sin advertir para nada, que un libro de historia bien escrito tiene mucho que ver con el uso del lenguaje y con el olvido gratuito de que la historia es la asignatura que nos pone en contacto con la comunicación o la incomunicación humana.
A la vez, que una buena literatura, una buena novela por ejemplo, nos acerca a una forma particular de conocer la historia. Bastaría citar a Ana Karenina para comprobar lo que trato de decir.
Ahora, al parecer, se quiere hacer lo mismo con la asignatura de música.Con la música pueden suceder diversas cosas. Entre ellas, por ejemplo, con lo que es el canto, sobre todo de un coro: ello educa a participar de un grupo, a cantar con los demás, a no adelantarse ni atrasarse, a afinar la voz para no echar a perder el conjunto.
Se trata, una vez más, de la formación de actitudes, las que, a mi entender, son más importantes que los contenidos, sin que, por cierto, éstos pierdan su importancia.
¿Qué sacamos con que alguien tenga los más exactos resultados en matemáticas si luego, como un posible gerente de empresa va a explotar a sus trabajadores?
¿Qué si alguien tiene esos resultados exactos y no ha recibido formación alguna en la participación con otros y en el lento aprendizaje de lo que es el bien común?
Construir una sociedad más justa pasa, una vez más, por la “calidad de la educación” que tiene que ver con la formación en valores y actitudes.
La música, también, nos introduce, en medio de esta ruidosa sociedad en que vivimos, en la dura tarea de enfrentarnos al silencio, al propio de la música misma y a aquel de quien la escucha.
Nos hace falta aprender a escuchar: este aprendizaje es condición necesaria para una vida democrática. Si nadie escucha a nadie, es imposible construir fraternidad, buscar la justicia y encontrar la paz.
Aprender a escuchar música, es buena escuela para aprender a escuchar a los demás. ¿No se estará podando lo humanístico para favorecer, con exceso, las ciencias exactas y la tecnología?
Si así fuera se estaría privilegiando una “ciencia sin conciencia”.