Conflictos por doquier.
Mensajes cruzados, declaraciones por la vía de la exposición pública, del emplazamiento.
Hay tensión en el ambiente.
Hay oscuridad.
Cada uno desde su trinchera, los opuestos reaccionan, perturba la lectura de la realidad que el otro coloca sobre la mesa, y viene la reacción del opuesto, el conflicto. Se alían, se cuadran los afines, se mide la fuerza, los respaldos, la categoría o peso de quien respalda…
Ahí vamos, ya veremos qué pasará, por dónde se abrirá la transformación que toca.
La luz ha de penetrar, no podemos permanecer en la obscuridad por mucho tiempo más…
Las señales están dadas, el fracaso de más de lo mismo es evidente…
Pero no temáis…
No se trata del acecho del comunismo, aquel que burdamente se le representa repartiendo la riqueza material por partes iguales, sin considerar distinciones de mérito alguno, y por tanto flojo y trabajador tendrán los mismos derechos, y los malos abusarán por esa vía de los buenos…el Apocalipsis o peor…
No, no es por ahí la salida.
Tampoco es posible señalar que así como estamos, estamos bien, tampoco es por aquí…
Convengamos eso.
Tendremos que avanzar hacia algo diferente, de otra categoría, no podemos seguir intentando poseer, dominar, imponer, hacer calzar lo real, en lo pensado, ya no más, eso es errado, no iremos bien por ese camino.
Lo que tiene que pasar entre los seres humanos, es avanzar en la constatación, a través de la experiencia de Unión, expandir la percepción hasta alcanzar conciencia de Unidad.
No se trata de comunismo (como – unismo), se trata de Unismo, la real experiencia de vinculación entre unos y otros y con el planeta…el Universo.
Sí, en una experiencia de Unión de categoría diferente, esencial, espiritual, trascendente.
Sabernos hermanados y esencialmente vinculados entre todos y con el Todo.
Desde esa constatación, resulta evidente que debemos avanzar juntos -no revueltos-, para encontrar una salida, para dar el salto evolutivo que corresponde. Se trata de que cada uno sea un aporte, maduro, para la evolución del Todo.
Para ello, juntarse, disponerse a juntarse y abrir los ojos.
No insistir en focalizar la mirada solamente hacia el error del otro, su dificultad, echándole la culpa. Hace falta incluirse dentro de lo observado, interesarse en aprender de sí, reconocer las propias equivocaciones, las propias ignorancias. Eso facilita una mirada más comprensiva hacia el otro también, con sus propias cegueras e ignorancias.
Dejar de competir, dejar de pretender “saber” o “poseer” la verdad del asunto. Con humildad, anhelando enriquecer la perspectiva para ir juntos descubriendo la salida, esa que es buena para todos, no la que me enorgullece por haberle ganado al otro, haber conseguido imponer “mi” punto de vista.
Algo así como que Ministro y Fiscal Nacional, decidieran mirar cada uno sus propias dificultades, y asumieran la necesidad del encuentro, la vinculación. Tal vez reconocer que para ello se requiere de otros también, que aporten, que garanticen la altura, ante el riesgo de tropezar de nuevo con la intransigencia y el orgullo.
Hace tanta falta que se instale una fuerza integradora, una matriz receptiva que abra y acoja las diferentes perspectivas circulando, y permita el surgimiento de lo nuevo, que facilite que cada parte se disponga a la integración, que integre los opuestos por sostener una mirada instalada en un lugar que les trasciende, que les ubica en un orden superior.
Hasta ahora, no se ha visto, en el liderazgo oficial, esa capacidad, ni en otros liderazgos, se atrincheran en su perspectiva y no se abren a más y distinto.
Los estudiantes han tenido que hacer grandes esfuerzos por sostener una exigencia trascendente, con sus momentos mejor y peor logrados, con sus equivocaciones y aciertos, han contribuido.
No es suficiente, debemos dar un paso al frente, todo aquel que se sepa conocedor de perspectivas que aporten. Habrá que cada uno preguntarse cuál es su lugar frente a la necesidad de transformación, a qué está dispuesto, cómo va, cuán sincero está siendo consigo mismo y con otros, cuánto quiere aprender de sí, … ¿quiere descubrir sus propias cegueras, incluirse en la mirada?, ¿cuánto del status quo lo amarra, lo aburguesa?, ¿qué atesora, a qué se aferra, qué no quiere que cambie?, ¿cuánto más puede aportar, cuánto más riesgo va a asumir para aportar a ese advenimiento de lo nuevo?…
Soltar los lastres, los apegos. Asumir la ignorancia y la necesidad de pasar a algo distinto.
Somos una unidad, lo somos, esta dicho, la física moderna ya lo demostró, desde la ciencia. Las sabidurías ancestrales lo vienen afirmando desde siempre.
Los Mapuche -que habitaban estas tierras antes de la llegada de los españoles y del surgimiento de “lo chileno”-, incluyen la dimensión espiritual de la existencia como un hecho, se organizan incluyéndole… y no hemos sido capaces de reconocer e incorporar esa riqueza, ellos tampoco han tenido éxito, por lo pronto, han resistido, como han podido, a la pretensión de “lo chileno” de imponerse, de desconocerles y marginarles.
Algo nuevo se percibe, en esfuerzos y declaraciones diferentes desde ciertos espacios. Urge integración real.
Estamos frente a la precipitación de un gran cambio, no un acomodo de más de lo mismo, es lo que toca, tiene que ocurrir, en ese proceso ya estamos, lo nuevo se está aproximando, ya nos ronda, ya está aquí, debemos abrirnos a recibirle, eso atemoriza, pero es así y eso no lo podemos controlar… es un fenómeno cuántico, en curso.
La evolución es de categoría trascendente.
Una mutación, un salto en la jerarquía de la percepción, un incremento en el nivel de conciencia.
El modo de organizarnos, deberá transformarse en consecuencia, hasta dar cuenta de la Unión, como un hecho constatado, no como un discurso.
Como todo proceso de re-creación, hace falta trabajo y trabajadores dispuestos a sostenerse firmes y a no tolerar falsos acomodos, a ir hacia la luz, atreverse a despertar, abrir el camino.
Cada uno en sus lugares, la transformación está en marcha.