Con motivo de la reciente celebración, por parte de la Iglesia Católica, de la Semana de la Familia, nos parece oportuno considerar la importancia que tiene esta institución. Es quizás, y creo no equivocarme, la entidad fundamento de toda otra, sea privada o estatal.
Los valores y principios que sustenta una familia, son los que perdurarán como herencia sagrada por el resto de la existencia de los individuos que la conforman.
Es tarea de todos trabajar, potenciar y robustecer la institución familiar, ya que de ella emana una sociedad honesta, caritativa, comprensiva, responsable y solidaria.
La primera escuela donde se cultiva todo lo señalado anteriormente es la Iglesia doméstica, es decir la casa donde nacemos.
Las relaciones entre los padres, positivas, respetuosas, amables, cordiales y dialogantes, hacen despertar en el corazón filial, las disposiciones que acompañarán actitudes por el resto de la vida.
Sin embargo, otras realidades nos cuestionan y nos enfrentan a personas que han sido víctimas, en muchas ocasiones, de la irresponsabilidad de sus progenitores, que no han tenido el capital del afecto y del amor cotidiano y poco a poco en el transcurso de su vida van experimentando la soledad y el vacío de su existencia.
Muchas de estas personas, al crecer y apoyados por espíritus nobles logran llevar sus carencias con madurez y esperanza sublimando estos sentimientos por distintas vías como el arte o la poesía.
Cuando aquello no ocurre podríamos encontrarnos con personas sumidas en el rencor, en la venganza, en la violencia, en el odio y en la sin razón.
Esto lo he conocido de manera personal.
Las cárceles juveniles esconden tras sus muros, mucha desolación e historias fracturadas desde la más tierna infancia.
Mostrar un futuro distinto y un sentido de vida es tarea primordial de la Fundación Paternitas y es a lo que nos abocamos día a día.