Mucho se ha escrito de lo complejo de la situación social y política que vivimos.
Los sociólogos están alertas y expectantes de ver cómo cambian los sentimientos masivos y tratan de dar una explicación al rumbo de las conductas sociales.
Me los imagino tan exultantes como los geólogos que esperan el gran acontecimiento sísmico del norte, con raro entusiasmo. Sin duda es para estar con todos los sentidos del intelecto encendidos en pos de la novedad que se acerca.
Vivimos una época de cambio de hábitos, de tránsito, de fin y de inicio.
No es fácil entender claramente lo que pasa por la mente y el espíritu de la gente cuando esta transformación es un fenómeno multitudinario y consonante, para usar una palabra musical.
Una seña es el hastío.
He leído espléndidas reflexiones de Eugenio Tironi, Carlos Peña y los periodistas Fernando Paulsen y Alejandro Guillier, corajudos y sensibles, así como varios analistas y expertos internacionales en los sucesos del mundo.
Es un tema obligatorio de las reuniones sociales. Apasionante y lleno de incógnitas.
Pero cada tanto y al alcance de cualquier mortal, y casi como un empujón que nos impulsa a la comprensión verdadera de la realidad, aparecen señas vehementes de aquello que ofusca profundamente y que son las partes del puzzle, que sumándose, configuran el descontento descomunal al que hemos felizmente llegado.
Para muestra un botón: el partido de fútbol entre la Universidad Católica y el Colo Colo en un barrio alto de nuestra capital.
Evento vedado a los hinchas de uno de los dos equipos por razones sociales, cuestiones de clase, esa antipatía insoportable que para los ricos inventó Marx.
Y lo digo con cierta vergüenza, porque resulta triste explicarle a un afuerino, a un extranjero tamaña y ridícula discriminación.
No estamos en la vieja Sudáfrica, pero ¿qué nos falta?
Lo interesante, menos mal, es que este gesto discriminatorio es un emblema y paradigma de los problemas nacionales que resultará muy educativo a futuro.
Porque es el futuro el que preocupa de verdad a la multitud que sufre la discriminación.
¡Y esto es lo que no soportamos más! Es una de las tantas indignaciones.
Esto es lo que se traslada a todas las esferas de la convivencia entre los chilenos y que por primera vez de modo masivo e incontestable no queremos que siga sucediendo.
Es la gran novedad de los tiempos actuales.
Cuanta verdad y sabiduría había en esa décima de nuestra Violeta cuando cantaba:
¡Válgame Dios como están
todos los pobres cristianos
en este mundo inhumano
partidos mitá’ a mitá’!
Del rico es esta maldad
lo digo muy conmoví’a
Dijo el Señor a María
“Son para todos las flores
los bosques, los arreboles“.
¿Por qué el pudiente se olvida?