08 oct 2011

Diversidad e integración, valores fundamentales

Actualmente puede considerarse un hecho constatado por múltiples organismos e instituciones -de nivel nacional e internacional- que Chile es un país escenario de una escandalosa desigualdad socioeconómica, cuya tensión se define entre una ínfima minoría constituida por los más ricos y un extenso grupo que vive en la pobreza o que no puede acceder a todos los bienes.

Esto demarca una fuerte fragmentación social, cuya prolongación en el tiempo es avivada por la escasa educación en la diversidad como un valor social fundante.

Todo esto resuena en mi memoria al recordar la suspicacia que mostró hace un tiempo atrás un amigo extranjero, sorprendido por el hecho de que dentro de nuestros códigos sociales habituales se encontrara el requerimiento de mencionar, cada vez que se conoce a una nueva persona, tanto su apellido como su escuela o colegio de proveniencia.

Ciertamente, sólo se puede hallar en esa costumbre una especie de radiografía social que busca discriminar al otro, ya sea positiva o negativamente, pues los datos del apellido y de la casa de estudios de origen constituyen casi con toda seguridad, en nuestro país, un plano de proyección futura del círculo social donde cada persona podrá construir su vida profesional y personal.

Esto sin duda reafirma la convicción de que hemos ido creando un país que culturalmente vive en la profunda segregación de “el otro diverso”, porque este otro eminentemente “distinto” es identificado como un polo de oposición social, cultural o religioso.

La diferencia es, pues, un dato de discriminación negativa en nuestra sociedad, y todo el sistema educacional –y el sistema valórico implícito en éste- contribuyen a que este sea un mecanismo inquebrantable, donde los pertenecientes a un “polo” o al otro, prácticamente puedan vivir su vida entera sin jamás encontrarse.

Otro hecho que perpetúa esta dinámica de exclusión del otro, se observa a nivel familiar en que cada padre suele preferir educar a sus hijos, desde pequeños, entre iguales según su “colonia” no sólo fáctica, sino simbólica, de pertenencia.

Con esto es evidente que educar en la diversidad no parece ser un valor que se acostumbre privilegiar al momento de educar a nuestros hijos.

Para qué hablar de la segregación urbana donde los más ricos de este país -al menos en la capital- van escapando de las masas populares que llegan a sus barrios “exclusivos” (y ciertamente “excluyentes”), cometido que cuenta cada vez con sistemas más sofisticados de carreteras de acceso al barrio residencial remoto donde se instalan los acomodados.

De este modo, se garantiza que no haya lugar para un encuentro cotidiano real entre ricos y pobres, pues cada clase tiene su barrio, y la única relación que se da entre uno y otro está en la prestación de servicios domésticos (asesoras del hogar, jardineros, constructores, etc.).

Ante esto es fácil colegir que tanto el sistema de valores segregantes como el propio diseño arquitectónico de las ciudades están ahí para promover y perpetuar la desigualdad y la inmovilidad social, lo que resulta verdaderamente escandaloso.

En este momento, en el que se ha posicionado con urgencia el debate sobre la posibilidad de una educación igualitaria y de calidad en Chile, es fundamental que reflexionemos sobre el rol garante que tiene el Estado ante este tema básico, para poder ordenar nuestras demandas en medio de un sentimiento de descontento generalizado.

Es necesario pedir la garantía del no-lucro en la educación, pero también es necesario demandar la garantía de una educación en la diversidad, en un sistema que no siga consagrando la segregación como base de nuestra sociedad.

Por esto, parece preciso poner el énfasis de nuestras exigencias en una educación pública (al menos en la pre básica y básica) como espacio que posibilite el encuentro entre miembros de distintas realidades sociales, para dejar de perpetuar la homogenización de los grupos sociales, sino que cada persona pueda hacer la experiencia de lo diverso e ir humanizándose y enriqueciéndose en ella.

Sólo así podremos dejar de escandalizarnos con la fragmentación social y, sobretodo, dejar de tenerle miedo al que es distinto por el solo hecho de serlo.

Así, nuestros modelos educativos dejarán de aplastar la diversidad natural a la vida, para así imitar la sana multiplicidad de seres y formas que conlleva el hecho de ser humanos.

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  • http://www.facebook.com/profile.php?id=735174313 Carolina Casanueva Johnson

    Excelente columna, agrega el plano valórico a una discusión que se empieza a desvirtuar en su escasa radicalidad y en la manipulación de los lenguajes que en ella participan. Espero seguirte leyendo, felicitaciones!!!

  • http://www.facebook.com/profile.php?id=735174313 Carolina Casanueva Johnson

    Excelente columna, agrega el plano valórico a una discusión que se empieza a desvirtuar en su escasa radicalidad y en la manipulación de los lenguajes que en ella participan. Espero seguirte leyendo, felicitaciones!!!

  • Mike van Treek

    Interesante perspectiva: evacuación constante del otro, la otra. ¿Educar en la diversidad significará, al menos en parte, aprender a no temer lo nuevo, a amar lo que circula y no se queda quieto?

    • http://pulse.yahoo.com/_3PFK3UQBBF2MSTYU4WQMRUUN4M francisco

      Es interesante la perspectiva que se ofrece en la columna y se añade un elemento que en la agotadora semántica de las últimas semanas sobre el tema educativo no ha estado tan presente. Pero la principal novedad es la principal pregunta. ¿Se puede demandar la garantía de una educación en la diversidad? Se puede esto en una sociedad como la nuestra, que tiene como un rasgo importante (alguien que tenga más fe en Luhman diría central) la producción de diferencias y donde el derecho se va haciendo cada vez más jurídico y hostil a requerimientos morales. 

      ¿Podemos pedirle a la educación la gran responsabilidad de modificar estas condiciones nefastas de desigualdad?

      No tengo dudas que la educación puede hacer mucho por impedir esa ilegitima reproducción de privilegios, pero no puede hacer todo.  

      Porque la desigualdad que opera en Chile es un problema que atraviesa a toda la sociedad, por tanto es una tarea política, “derivada de la aplicación general de un principio de equidad”. Solo la institucionalidad política puede corregir los vicios de un principio político de tipo procedimental como la equidad. Es tarea de la política convertir las ilegitimas diferencias existentes en legítimas. La problemática está bien detectada, pero estoy en desacuerdo respecto de quien debe solucionarla. Por eso repito lo que otros ya han dicho… el plebiscito que se necesita no es de Educación, sino de Constitución.

      Muchas gracias por la columna y por el debate que promueve…

      Nicolás Viel 

  • Mike van Treek

    Interesante perspectiva: evacuación constante del otro, la otra. ¿Educar en la diversidad significará, al menos en parte, aprender a no temer lo nuevo, a amar lo que circula y no se queda quieto?

    • http://pulse.yahoo.com/_3PFK3UQBBF2MSTYU4WQMRUUN4M francisco

      Es interesante la perspectiva que se ofrece en la columna y se añade un elemento que en la agotadora semántica de las últimas semanas sobre el tema educativo no ha estado tan presente. Pero la principal novedad es la principal pregunta. ¿Se puede demandar la garantía de una educación en la diversidad? Se puede esto en una sociedad como la nuestra, que tiene como un rasgo importante (alguien que tenga más fe en Luhman diría central) la producción de diferencias y donde el derecho se va haciendo cada vez más jurídico y hostil a requerimientos morales. 

      ¿Podemos pedirle a la educación la gran responsabilidad de modificar estas condiciones nefastas de desigualdad?

      No tengo dudas que la educación puede hacer mucho por impedir esa ilegitima reproducción de privilegios, pero no puede hacer todo.  

      Porque la desigualdad que opera en Chile es un problema que atraviesa a toda la sociedad, por tanto es una tarea política, “derivada de la aplicación general de un principio de equidad”. Solo la institucionalidad política puede corregir los vicios de un principio político de tipo procedimental como la equidad. Es tarea de la política convertir las ilegitimas diferencias existentes en legítimas. La problemática está bien detectada, pero estoy en desacuerdo respecto de quien debe solucionarla. Por eso repito lo que otros ya han dicho… el plebiscito que se necesita no es de Educación, sino de Constitución.

      Muchas gracias por la columna y por el debate que promueve…

      Nicolás Viel 

  • http://www.facebook.com/people/Andrés-Esteban-Rojas-Meza/100002270089248 Andrés Esteban Rojas Meza

    Es interesante el texto en la medida que remite a la pregunta que han planteado los estudiantes respecto del “para qué” de la educación. El “por qué” de su movimiento ya lo han instalado suficientemente bien: la idea del acceso a una educación de calidad como un derecho universal. En las finalidades de ese derecho se halla ahora la discusión, justamente debido al asunto de la gratuidad.

    Dirigentes como Francisco Figueroa han explicado muy bien por qué la defienden como una vía para la integración y el desarrollo social en la diversidad. Frente a esta demanda son múltiples las opiniones “técnicas”-ideológicas en uno u otro sentido, pero no cabe duda de que incluso la posibilidad o el discurso a favor del encuentro con lo diverso a muchos les genera rechazo. Basta sólo recordar la polémica de las universidades “cota mil” provocada por una simple columna del cura Felipe Berríos.

  • http://www.facebook.com/people/Andrés-Esteban-Rojas-Meza/100002270089248 Andrés Esteban Rojas Meza

    Es interesante el texto en la medida que remite a la pregunta que han planteado los estudiantes respecto del “para qué” de la educación. El “por qué” de su movimiento ya lo han instalado suficientemente bien: la idea del acceso a una educación de calidad como un derecho universal. En las finalidades de ese derecho se halla ahora la discusión, justamente debido al asunto de la gratuidad.

    Dirigentes como Francisco Figueroa han explicado muy bien por qué la defienden como una vía para la integración y el desarrollo social en la diversidad. Frente a esta demanda son múltiples las opiniones “técnicas”-ideológicas en uno u otro sentido, pero no cabe duda de que incluso la posibilidad o el discurso a favor del encuentro con lo diverso a muchos les genera rechazo. Basta sólo recordar la polémica de las universidades “cota mil” provocada por una simple columna del cura Felipe Berríos.

  • http://twitter.com/metaforismos Andrés Gallardo

    Puede que “la escasa educación en la diversidad como valor social fundante” sea una consecuencia de la libertad como valor social fundante, en la medida que garantiza la satisfacción del deseo de distinguirse del resto, de “escapar de las masas”. Creo que una cosa es la diversidad, que puede constatarse prima facie cotidianamente en menor o mayor medida, y otra la integración. Naturalmente la primera es condición de posibilidad de la segunda -sin diversidad ¿a qué integrar?- y esta última es lo que se quiere posicionar verdaderamente como un valor social fundante.

    Por ejemplo, cuando se pide educación gratuita para todos lo que se defiende es dicha integración, ya que de otro modo la segregación se mantiene en la medida que siga existiendo un “precio” que seguramente los más acomodados pagarán porque tiene un valor superior al de la educación gratuita, o porque derechamente el “encuentro cotidiano entre ricos y pobres” no tiene valor para ellos. Recuerdo la escena de “Machuca” cuando una apoderada pregunta “¿cuál es el valor de mezclar las peras con las manzanas?”. El texto responde como una defensa de “la diversidad natural de la vida”. En este caso, en vez de apelar a la naturaleza, que sigue operando en el supuesto de una verdad última fundante, prefiero entender lo “fundante” como la consecuencia de un proceso democrático donde la voluntad colectiva interpreta y decide lo que “conlleva el hecho de ser humanos”.

  • http://twitter.com/metaforismos Andrés Gallardo

    Puede que “la escasa educación en la diversidad como valor social fundante” sea una consecuencia de la libertad como valor social fundante, en la medida que garantiza la satisfacción del deseo de distinguirse del resto, de “escapar de las masas”. Creo que una cosa es la diversidad, que puede constatarse prima facie cotidianamente en menor o mayor medida, y otra la integración. Naturalmente la primera es condición de posibilidad de la segunda -sin diversidad ¿a qué integrar?- y esta última es lo que se quiere posicionar verdaderamente como un valor social fundante.

    Por ejemplo, cuando se pide educación gratuita para todos lo que se defiende es dicha integración, ya que de otro modo la segregación se mantiene en la medida que siga existiendo un “precio” que seguramente los más acomodados pagarán porque tiene un valor superior al de la educación gratuita, o porque derechamente el “encuentro cotidiano entre ricos y pobres” no tiene valor para ellos. Recuerdo la escena de “Machuca” cuando una apoderada pregunta “¿cuál es el valor de mezclar las peras con las manzanas?”. El texto responde como una defensa de “la diversidad natural de la vida”. En este caso, en vez de apelar a la naturaleza, que sigue operando en el supuesto de una verdad última fundante, prefiero entender lo “fundante” como la consecuencia de un proceso democrático donde la voluntad colectiva interpreta y decide lo que “conlleva el hecho de ser humanos”.

  • Ignacio Sanfurgo

    Interesante artículo, sobretodo por la invitación a descubrir la otra cara de la gratuidad - tan necesaria como la monetaria-, la gratuidad del encuentro con lo otro; el otro distinto a mi en este caso.

  • Ignacio Sanfurgo

    Interesante artículo, sobretodo por la invitación a descubrir la otra cara de la gratuidad - tan necesaria como la monetaria-, la gratuidad del encuentro con lo otro; el otro distinto a mi en este caso.

  • http://www.facebook.com/people/Pedro-Pablo-Sscc/100000786925393 Pedro Pablo Sscc

    Buena columna Francisco, muy de acuerdo en la necesidad de acabar con la segregacion social, pese a que siempre primará la libertad (como derecho y deber humano basico) y por lo tanto siempre habrá grupos que escogeran con quienes educarse, entre quienes, donde y de que forma.. y eso es imposible legislarlo.. obligar desde el Estado a una educación basica completamente integrada (no segregada) sería tan perjudicial a largo plazo como lo que tenemos actualmente. Hay que apelar a la libertad y concientizar en que la diversidad (pluralidad y encuentro real con el otro diferente !en todo!) es un valor tan grande y rico como la igualdad, la alegría de vivir o la paz ciudadana.

    pedro pablo
    reflexionesitinerantes.wordpress.com

  • http://www.facebook.com/people/Pedro-Pablo-Sscc/100000786925393 Pedro Pablo Sscc

    Buena columna Francisco, muy de acuerdo en la necesidad de acabar con la segregacion social, pese a que siempre primará la libertad (como derecho y deber humano basico) y por lo tanto siempre habrá grupos que escogeran con quienes educarse, entre quienes, donde y de que forma.. y eso es imposible legislarlo.. obligar desde el Estado a una educación basica completamente integrada (no segregada) sería tan perjudicial a largo plazo como lo que tenemos actualmente. Hay que apelar a la libertad y concientizar en que la diversidad (pluralidad y encuentro real con el otro diferente !en todo!) es un valor tan grande y rico como la igualdad, la alegría de vivir o la paz ciudadana.

    pedro pablo
    reflexionesitinerantes.wordpress.com