El viernes pasado el Senda dio a conocer los resultados del décimo estudio nacional de drogas en población escolar.
Los resultados han sido catalogados como “gravísimos”, “catastróficos” y “profundamente preocupantes” por personas expertas en estas materias.
Al comparar los resultados de la última medición (año 2013) respecto de la anterior (año 2011) así como de la tendencia de al menos las últimas seis mediciones, concluyo que efectivamente las cifras son al menos inquietantes. Algunos datos duros de este estudio.
1) La prevalencia de consumo de marihuana durante el último mes, aumentó un 68% (desde un 11,2% a un 18.8%).
2) La evolución de la oferta de marihuana en el último año aumentó un 56%.
3) El aumento de la prevalencia en el consumo de marihuana en el último año aumentó sobre un 50% en los colegios municipales y particulares subvencionados, y en un 79% en los pagados.
4) La percepción del consumo de drogas dentro de los colegios, independientemente su tipo de administración, aumentó fuertemente.
5) La facilidad de acceso de la marihuana aumentó un 20%, siendo que cae la de la cocaína y la pasta base.
Por último, por primera vez desde la medición del año 2001, disminuye la percepción de los encuestados respecto de la eventual “molestia de sus padres si supieran que probaron marihuana”.
Reflexionando sobre estos resultados, me parece que claramente los contextos nacional e internacional, durante los últimos años han sido más permisivos respecto de la marihuana.
En lo cotidiano, cada vez más frecuentemente me topo con personas que fuman marihuana en espacios públicos, y en diferentes horarios, sin importarles aparentemente la presencia de otras personas.
La semana pasada una diputada generó noticia al ingresar a la sala con una polera con la imagen de la cannabis sativa, hemos sabido de la legalización en Uruguay, escucho opiniones sobre los beneficios terapéuticos, y percibo que quienes tenemos una percepción crítica o negativa sobre el consumo de marihuana somos fuertemente criticados y descalificados.
Por lo tanto, desde un análisis mas frío, concluyo que las cifras de este estudio son bastante coherentes con lo que ha sido mi experiencia en torno a la amplia temática de la marihuana, y que por tanto me parece que es necesario que como sociedad enfrentemos un debate serio, libre de presiones de todo tipo, constructivo, participativo e informado.
Será parte del debate establecer cuán dañina es la marihuana, definir o redefinir políticas en cuanto a lo relacionado al porte y consumo, a los usos medicinales, al tráfico y otros aspectos. A la luz de este estudio, parece urgente revisar cómo las familias y colegios estamos educando a nuestros niños, niñas y jóvenes en torno a las drogas en general y a la marihuana en particular.
Lo que no resiste es quedarnos en el inmovilismo y tomar los resultados de este estudio como una anécdota, o como argumento para recriminaciones sobre lo que se hizo o se dejó de hacer en los diferentes gobiernos.
Insisto en la necesidad de generar un debate profundo, argumentando y no descalificando ni enjuiciando a las personas, porque lo que los jóvenes están percibiendo, afecta a su entendimiento, significación y actitud frente al consumo de la marihuana.
En este debate se necesitan a los jóvenes, a los expertos, a las familias y a los hacedores de políticas públicas, de los cuales esperamos bastante más que poleras estampadas con la cannabis sativa.