29 jul 2014

¿Queremos ser santos?

Verá usted que esta es una pregunta que no sólo atañe a los católicos, ateos, agnósticos, creyentes de otras religiones; todos viven en una constante búsqueda de la Santidad. Para quienes efectivamente lo somos -católicos-, la Santidad equivale a la máxima felicidad, la que a su vez se conquista aprendiendo a amar. ¿Y quién no busca la felicidad?

Existe en toda sociedad un consenso sobre lo que nos hace mal, es decir, sobre aquellas cosas que nadie le desearía a otro. La drogadicción, las violaciones, el alcoholismo e incluso el aborto, entre tantos más, son temas que, si bien hay quienes están a favor de que el Estado no castigue a los responsables (lo que en jerga jurídica se conoce como legalizar o despenalizar, conceptos sinónimos en la práctica), ninguna persona en su sano juicio considera como un “bien” para los demás.

A modo ejemplar, un aborto no le hace bien a la mujer, ni física ni psicológicamente, pero los abortistas estiman que la muerte del niño y los graves daños producidos a la madre se justifican en consideración a preservar su “derecho a decidir”; en otras palabras, reconocen el mal pero lo aceptan porque hay otro bien que valoran más.

De esta forma, conociendo lo que nos es perjudicial, tendemos por naturaleza a buscar el bien, nuestra felicidad, por lo que naturalmente todo el mundo está llamado a la Santidad.

¿Y cuál es nuestra respuesta frente a ese llamado?

Por un lado están las personas que, derechamente, optan por hacer el mal. Ejemplos hay muchos y sus consecuencias son evidentes. Por otro, están quienes no se creen el cuento y tratan, por constatación de sus múltiples y recurrentes defectos o por miedo a fracasar, de ser “lo más buenos posible”.

Lamentablemente, de aquella actitud se sigue un acto de voluntad grave: aceptar hacer el mal. La diferencia con el primero es sólo una cuestión de grado y los transforma, en definitiva, en esclavos más ineficientes, pero esclavos al fin, de una cultura de la muerte que pelea por apoderarse de las estructuras a través de las personas.

Ahí encontramos los hurtos en la oficina, los sueldos millonarios por “asesorías” políticas cuestionables, la evasión empresarial de impuestos e incluso la falta de conciencia cívica de los automovilistas que arrojan su basura a las calles de la ciudad.

Como se ve, la Santidad no acepta puntos medios, porque la permisión voluntaria del mal se traduce en la realización directa del mismo.

Finalmente encontramos a quienes, desde una entrega salvaje, desean ardientemente ser Santos. Y su diferencia con los anteriores, al contrario de lo que se podría pensar, no radica en la carencia de vicios, sino en la actitud que se tiene frente a ellos.

Los Santos no son personas inmaculadas, ¡menos aún perfectas!, son personas que, conociendo sus faltas, no escatiman esfuerzos para combatirlas. Desde su imperfección, escogen hacer el bien y recapacitan cada vez que obran mal, reflexión que les permite corregir el camino y sanar el daño autoinflingido o que pudieron haber ocasionado a los demás.

Al no buscar por todos nuestros medios la Santidad, le estamos diciendo que sí a la corrupción, a los abusos de poder, al narcotráfico, a la violencia y a tantos otros males que amenazan hoy a nuestra sociedad. ¡No hay que darle tregua a la cultura de la muerte!

No puede ser que por flojera o desesperanza nos quedemos sentados mientras somos testigos del sufrimiento que permitimos.Estamos llamados a dejarlo todo para erradicarlo, independiente que muchas veces no podamos, pero sin duda que el resultado será mejor que si permanecemos cuales cómplices pasivos.

Pero la pregunta es más profunda y trasciende a nosotros mismos,¿buscamos y queremos la Santidad de los demás? Esto ya que si la respuesta a la pregunta original fue positiva -queremos ser Santos- su consecuencia inmediata es el que pretendamos que más gente pueda alcanzar la Santidad.

Y muy lejos del “proselitismo religioso”, semejante anhelo transforma real y radicalmente al mundo. Piense usted la diferencia entre un empresario que no busca la felicidad de su personal, frente a otro que les ama profundamente y desea, no por aumentar la productividad sino que por amor genuino y desinteresado, observar una sonrisa en cada uno de sus rostros al entrar a trabajar.

O quizá en un político que, ajeno a los cálculos electorales y a los índices de popularidad, tiene al amor como su hoja de ruta y se estremece de impotencia cada vez que observa sufrimiento o necesidad.

Estamos llamados a ser felices y para ser felices necesitamos amar; aquella búsqueda no es sino la expresión más hermosa y sencilla del camino a la Santidad.

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  • Lex Arancobia

    …y una persona de subsistencia de proletariado como mantiene su
    santidad? si esta en un medio hostil como sigue alimentando a su
    familia?, no se si el autor habla de una observacion o una propuesta.,
    una persona sin poder ni apoyo social tiene poca posibilidades de
    santidad aun cuando opta por mantenerla, a tope, de situaciones que no
    arriesguen su medio de subsistencia. Su lucha es mas fuerte en esta
    matencion de santidad que la lucha de un ciudadano con mas fortalezas
    sociales, lasconsecuencias de su riego santoral es mas fuerte ya que
    involucra directamente a los que dependen de el, entendiendo la
    corrupcion como un ente social transversal en una socidad. Por supuesto
    que esta observacion es sin animo alguno de justificar, sino evidenciar
    los diferentes experiencias sociales para vivir la santidad de manera
    real.

  • Lex Arancobia

    …y una persona de subsistencia de proletariado como mantiene su
    santidad? si esta en un medio hostil como sigue alimentando a su
    familia?, no se si el autor habla de una observacion o una propuesta.,
    una persona sin poder ni apoyo social tiene poca posibilidades de
    santidad aun cuando opta por mantenerla, a tope, de situaciones que no
    arriesguen su medio de subsistencia. Su lucha es mas fuerte en esta
    matencion de santidad que la lucha de un ciudadano con mas fortalezas
    sociales, lasconsecuencias de su riego santoral es mas fuerte ya que
    involucra directamente a los que dependen de el, entendiendo la
    corrupcion como un ente social transversal en una socidad. Por supuesto
    que esta observacion es sin animo alguno de justificar, sino evidenciar
    los diferentes experiencias sociales para vivir la santidad de manera
    real.