El Síndrome de Muerte Súbita del Lactante (SIDS por sus siglas en inglés) no es una enfermedad ni una dolencia. Es el diagnóstico utilizado cuando un niño menor de un año muere repentinamente y no se puede determinar la causa exacta de su muerte, aún después de realizar una investigación médica y legal exhaustiva, incluyendo una autopsia.
En Estados Unidos, por sus características, al SIDS algunas veces se lo conoce como la “muerte de cuna” o “crib death”. Este síndrome puede ser particularmente devastador para las familias, debido a que se produce de forma inesperada. La mayor parte de los casos ocurren entre la medianoche y las 9 de la mañana, durante el sueño y preferentemente, en meses de invierno.
En Chile, la tasa de mortalidad por esta causa es de 0.45 por cada mil nacidos vivos (0.1 en Alemania y Noruega) y, a pesar de que un estudio reciente realizado por la PUC mostró una baja de 25% en la mortalidad de lactantes por SIDS en los últimos 12 años, las cifras todavía son alarmantes, ya que, representan la muerte de casi 100 lactantes por año.
Una de las razones por la que el SIDS disminuyó más rápido en países desarrollados ha sido la gran campaña publicitaria llamada “back to sleep”. Esta estrategia educacional dirigida a los padres, que tuvo alta eficacia, consistía en la recomendación de colocar al bebé boca arriba para dormir y hacerlo sobre una superficie firme, cubierta por una sábana.
El tabaquismo de la madre durante y después del embarazo y la presencia de irritantes ambientales también han sido asociados al fenómeno. El estudio recientemente realizado en Chile, también mostró una mayor prevalencia en prematuros, hijos de madres solteras (62%), madres adolescentes y en mujeres de clase social baja, lo que tendría que ver con características del medioambiente y el colecho. Esto último significa que la madre no debe compartir cama con su bebé.
Otros factores que se han vinculado al SIDS incluyen: alergias, infecciones bacterianas y virales, trastornos genéticos desconocidos, alteraciones de la madurez del cerebro, arritmias, sofocación ambiental, sobrecalentamiento por excesivo abrigo, déficit de vitamina D, entre otros.
La gran variabilidad anterior demuestra que aparentemente no existe una causa única de este trágico síndrome y que a pesar de todas las precauciones disponibles es posible que un bebé muera por SIDS.
La muerte inesperada de un niño, aparentemente sano es dramático para la familia. Los padres suelen experimentar muchas emociones distintas, entre ellas, los abrumadores sentimientos de culpabilidad e ira. Entender el choque emocional de la familia, ayudar a hacer real la pérdida y dar información escueta y clara, es responsabilidad de los médicos a los que les toca involucrarse en la tragedia, especialmente al pediatra de la familia.
Si Chile quiere continuar con una baja sostenida de SIDS va a requerir de una campaña nacional que sensibilice y eduque a los padres sobre las medidas preventivas, tal como lo han realizado, con muy buenos indicadores, países europeos, USA y Canadá.