Esta vez la pregunta me la formula la periodista de mi Hospital, la Posta Central, por encargo de las autoridades.Mi respuesta es la misma que en el 2001 a la vuelta de colaborar en la atención de las víctimas del desastre de Mesa Redonda en Lima. La misma cuando la pregunta se repitió, el 2004, después del incendio del Supermercado Ycuá Bolaños en Asunción y del incendio de la Discoteca Cromañón de Buenos Aires.La misma, después de atender a las víctimas del desastre Aéreo de Peñalolén el 2008 y a las del Incendio de la Cárcel Pública de San Miguel el 2010.
Las autoridades y los Gobiernos cambian, la pregunta se repite y después suele ocurrir algo similar a lo que ocurre con los medios.
Los grandes quemados suelen ser gran noticia cuando se queman, una menor cuando fallecen, pero ninguno está allí, cuando se van de alta de nuestros Servicio, con alegría por haber salvado la vida pero con enorme incertidumbre por lo que les espera, ahora, allá afuera.
La autoridad elabora un relato, tranquiliza y da garantías a la población, hace algún gesto simbólico y luego, probablemente atrapada en la amplitud de los problemas, postergan las soluciones hasta la próxima emergencia. Entonces, tal vez se repita la pregunta.
La respuesta es No… pero se podría. El 2001 era una presunción. Hoy es una certeza. Nos hemos ocupado de que así sea.
Las cosas han cambiado en Chile para los Grandes Quemados. Hasta el 2004 fallecían siete de diez. Nuestra intervención la redujo a la mitad el 2005 y hoy día después de remodelación del Servicio y la incorporación de los pacientes al AUGE el 2007, rescatamos siete y hasta ocho de cada diez. Hemos sido reconocidos y premiados por eso en los foros internacionales.
Pero a veces las autoridades no lo asimilan no lo dimensionan. La experiencia en medicina se trasmite de manera vivencial. Producto de la especialización quedamos congelados en aquello que no es nuestro hacer de todos los días. Formados en las décadas pasadas, tal vez, pueden seguir creyendo que los Grandes Quemados se mueren y que nuestras capacidades son las de entonces y no ver nuestras potencialidades.
Hoy tenemos indicadores que no se ven mal en el contexto del OCDE. A costos muchísimo menores, resultado del esfuerzo, tenacidad, devoción y creatividad de una gran equipo de jóvenes y antiguos intensivistas, cirujanos, enfermeras, kinesiólogos, técnicos, especializados en la práctica cotidiana.
Así han aprendido no sólo a dar atención y cariño a esos pacientes sino a lidiar con los problemas de todos los días: las fallas de equipos, la falta de mantenimiento, las rupturas de la cadena de frío, los quiebres en la cadena de suministro, la pesadez de movimiento de la burocracia, la permanencia de cuellos de botella, los conflictos políticos de las autoridades, los cambios reiterados que rompen la continuidad, obligan a entrenar la paciencia y volver a comenzar.
Digo, con ese equipo, con ese entrenamiento, se podría. Hemos probado que un equipo formado por un cirujano un intensivista y una enfermera expertos, mas el equipo habitual de cirujanos de urgencia, intensivistas y enfermeras de nuestros Hospitales Base se podrían tratar hasta seis Grandes Quemados en sus Unidades de Paciente Crítico. Podríamos formar cinco de esos equipos. Eso ampliaría a treinta y ocho nuestra capacidad. Si a eso sumáramos las capacidades que hemos desarrollado en el mundo privado pueden ser más.
Eso es lo que nosotros, los especialistas, podemos hacer. Lo hicimos recientemente ante la tragedia de La Pintana. Cinco Grandes Quemados simultáneos, que aún luchan por sus vidas.
Cinco en 15 millones es como sesenta y tres en Brasil. Es lo que nosotros podemos hacer.Conseguir ponerlo en acción, tomar las medidas necesarias, planificar, coordinar, anticipar, esa es tarea de la autoridad.
También es, a propósito de anticipar, diseñar el cómo asistir a los Grandes Quemados después de salvar sus vidas. Hay allí un problema emergente. Nadie queda sin secuelas y deben volver a La Pintana, a Puluqui, a Melika, a Puqueldón, a Iquique, Arica, Copiapó. Cómo los apoyamos hasta hacer realidad su reintegro pleno a la sociedad, a la familia, al trabajo. Esa es otra dimensión de la tarea.
Cómo apoyar a los que como Brígido, que se cayó dentro de un horno de carbón, se comprometió el 70%, por muchos días dudamos de la posibilidad de rescatarlo y, con todo, esta semana, partió de vuelta a Chanco a conocer el hijo que llegó a la vida mientras luchábamos por la suya. Eso es materia para otro escrito. De eso hablaré en el Congreso Mundial de Cirugía Plástica que se realizará en nuestro país a fines de mes. Esperamos que el problema esté en la agenda de las autoridades.