En un reciente libro sobre la felicidad, el economista británico Richard Layard, de la London School of Economics, destaca entre los siete grandes elementos para lograr ser feliz a la salud.
Esto no debiera sorprendernos ya que al sentirnos sanos los hombres creamos la ilusión de que estamos a salvo de la muerte y de la decadencia.
Por este motivo, el acceso a una atención de salud oportuno y adecuado es valorado por la población como un bien superior dentro de las políticas públicas. Esto se expresa claramente en las encuestas sobre salud de los últimos años, las que sistemáticamente muestran una opinión abrumadoramente negativa sobre los servicios que la salud pública de nuestro país entrega a sus habitantes.
Hospitales insuficientes, colas interminables en los consultorios, largas listas de espera para las soluciones quirúrgicas, tratamientos médicos inaccesibles por el costo de los medicamentos, constituyen algunas de las quejas mas frecuentes de los beneficiarios.
La protección de la salud ha sido consagrada en nuestra Constitución como uno de los derechos fundamentales y sin duda el Estado es el principal responsable en el cumplimiento de este derecho, administrando las políticas de salud y los sistemas que deben garantizarla.
Una inversión suficiente y su adecuada administración son fundamentales para que toda la población tenga, a través de ellos, la atención médica que necesita.
A pesar del éxito de nuestra macroeconomía, Chile no aparece en las encuestas dentro de los países más felices de América Latina. El hecho de que muchos chilenos no logren un acceso a la salud adecuado a sus necesidades, probablemente tenga impacto en su percepción de la felicidad.
Tal como ha sido sugerido por el sociólogo Esteban Calvo, de la Universidad Diego Portales, en el futuro las encuestas de salud debieran incorporar medidas de felicidad.
Esto permitiría comprender mejor cómo se distribuye la felicidad en Chile y cómo podemos mejorarla desde la perspectiva de las políticas de salud pública.