Escuchando la discusión sostenida por las senadoras Ena Von Baer e Isabel Allende esta mañana en Radio Cooperativa, llama la atención que tanto la congresista UDI como la socialista esgriman argumentos de corte “humanista”, por llamarlo de un modo uniforme, para defender dos posturas diametralmente opuestas en lo que respecta a la opción de “legislar” acerca del aborto terapéutico.
En efecto, mientras la senadora Von Baer sostiene que votará en contra de legislar porque cree que hay que “proteger la vida de los seres humanos siempre, yo estoy en contra de la pena de muerte; en contra de que pongamos en duda la vida del ser humano incluso antes de nacer”, la senadora socialista cree que la mujer tiene derecho a que no le impidan poner en riesgo su vida o su cuerpo producto de la legislación existente.
Que una senadora suscriba una posición distinta a la de la otra no es un problema. Eso está bien, más allá de que compartamos o no alguna de estas posiciones.
El problema es que ambas sostengan ideas humanistas –además de las razones médicas- para defender posturas diferentes, lo que, a la larga, lleva a una confusión acerca de lo que se entiende por “humanismo”, a propósito del tema en cuestión.
Si bien es cierto que un humanista –en cuanto visión de mundo- respeta la vida humana y rechaza cualquier “fin” que justifique como “medios” colocar la vida humana en discusión y peligro, también es cierto que la más alta concepción humanista suscribe irrenunciablemente la libertad de juicio de cualquier individuo para realizar un acto basado en su voluntad y entendimiento personal, en desmedro de la obligación impuesta por la fuerza física, legal/legislativa y/o política.
Es evidente que lo anterior puede llevar a un vicioso círculo “argumentativo” por parte de quienes quieran defender cualquiera de las dos posturas.
Ejemplo claro de esto es lo que sucede en el caso de la senadora Von Baer y la senadora Allende: la primera, que se niega al aborto terapéutico en base al argumento del respeto a la vida humana, rechaza la libertad de decidir en este tema amparado en el respeto irrestricto a la vida; mientras que la segunda está por legislar y aprobar el aborto terapéutico basada en la libertad de decidir de la mujer.
Pareciera que nos quedamos sin solución concreta a causa de este círculo vicioso, en el cual la posición ideológica que se adopta, en vez de basarse en la realidad, atiende más a la ideología. Después de todo, la religión, llevada al ámbito político, también es una ideología, del mismo modo que el dogma político es una religión cuando se lo arrastra al ámbito moral.
Sin embargo, si nos seguimos moviendo en el ámbito humanista, sí existe un punto de inflexión superior. Lo explicaré brevemente.
Albert Einstein, el principal científico del siglo XX, sostenía que todo ser humano, a raíz de su libre entendimiento, siempre tenía responsabilidad en las acciones que acometiera, fueran estas las más deleznables o las más nobles. Da igual: el hombre siempre será responsable de lo que hace.
Luego, como el ser humano jamás podrá “eliminar su responsabilidad” en los hechos por él realizados, independiente de que la presión externa que puede disminuirla (como sucede, por ejemplo, en una agresión a otro en defensa propia), lo que hay que proteger es la libertad del hombre y la mujer para decidir por sí mismo.
Por consiguiente, si existe algo que va en contra de toda concepción humanista, es el sometimiento de la voluntad de los otros a la mía por medio de la fuerza (física o legal).
Es cierto que eliminar una vida también va en contra de la visión humanista. Pero todo humanista tiene conciencia de que él es un ser humano que vive en un mundo donde muchas veces las circunstancias lo llevarán a realizar actos dolorosos y desagradables.
No obstante, el ser humano nunca podrá eliminar su responsabilidad, independiente de si elacto es “bueno” o “malo”, como afirma Einstein.
Y en esa situación límite, la moral humanista siempre optará por la libertad de un individuo para decidir qué hacer.
En el caso del aborto terapéutico, un humanista respeta la decisión voluntaria de una madre que desee abortar, del mismo modo que respeta la decisión voluntaria de la madre que decide no abortar: ambas lo harán siguiendo lo que su voluntad les lleva a decidir.
Y en este punto, es donde creo que si bien es cierto que la senadora Von Baer profesa un argumento humanista para negarse a legislar, el hecho concreto es que con su negación, lo que está haciendo es esconder detrás de una careta humanista algo que va en contra de todo humanismo, que es la posición autoritaria, aquella que impone a los demás qué hacer y qué no hacer a raíz de una concepción ideológica egoísta.
Nadie que se llame humanista puede estar a favor de la pena de muerte. Pero nadie puede obligar a una madre a una posible muerte –u otra secuela nociva para su persona- impidiéndole decidir qué hacer con su cuerpo. Esta actitud, a la larga, es otra forma de pena de muerte.
Y eso, después de todo, es lo más alejado que existe de una posición humanista.