Esta semana hubo un evento bastante especial a juicio de Amnistía Internacional, básicamente porque se celebraba el día de la despenalización del aborto en América Latina.
En ese contexto, hacía un llamado a los pocos países en el mundo que subsisten tipificando al aborto como una figura delictual, a dejar de hacerlo.
Coyunturalmente en el Senado se debatía la posibilidad de aprobar en general un proyecto de aborto “terapéutico”, el mismo que fue calificado como “malo” por el Senador Ruiz Esquide, pese a aprobarlo en la Comisión.
El lema central de la campaña de esta ONG consiste en “Educación Sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir”. Y estoy totalmente de acuerdo, y quisiera explicar frase por frase, las razones de aquello en lo que respecta a Chile.
“Educación sexual para decidir”. Una decisión libre supone tener acceso a todas las opciones posibles, con igual nivel de formación y seriedad.
¿Cómo hacer una elección lo suficientemente fundada sin esas premisas? Pues bien, los que pudimos vivir la experiencia de los programas de educación sexual durante el colegio sabemos que ahí se aborda solamente una opción: la del preservativo.
Nada de reflexiones sobre la persona, sobre el rol de la sexualidad en el contexto de las relaciones interpersonales humanas y sobre los desafíos y deberes de la vida en pareja y la eventual procreación de un hijo.
Nada de eso. Sólo “Conozca su cuerpo y tenga sexo, pero con condón”.
Entonces, coincido con AI: educación sexual integral abordando los aspectos antropológicos, éticos y sociológicos que involucra, y abordando todas las alternativas.
¿O acaso no hay nada que decir sobre la abstinencia y la pareja única, pensando en el impacto que ha tenido como política de salud sexual en África?
¿Nada sobre el plan ABC? Y ojo: el nuevo ministerio de Educación no se hizo cargo de este desafío. Prefirió que cada uno conozca la parte que más le acomode, con una decisión restringida. Mala cosa.
“Anticonceptivos para no abortar”. Efectivamente, aquellos fármacos que impiden la concepción mal podrían causar un aborto, pues no hay vida alguna en riesgo.
Ojalá podamos desapasionadamente evaluar el impacto fisiológico que muchos de estos medicamentos tienen en la fisionomía de la mujer (aunque afecte las finanzas de los grandes laboratorios).
Y para que decir aquellos que venden gato por liebre, que dicen que impiden la fecundación pero en realidad tienen efectos de día después, tal como abiertamente lo señalan la FDA y sus distribuidores en países donde el aborto es legal.
“Aborto legal para no morir”. Efectivamente, que el aborto se mantenga tipificado en la ley para evitar el homicidio de muchos seres humanos indefensos durante sus primeros días de existencia (de eso estamos hablando).
Y también para impedir la muerte en vida para esas muchas madres que sufrirían el trauma pos aborto, psíquicamente aceptado por la comunidad científica, que probablemente las atormentaría por el resto de sus días.
Abortemos la sociedad anti maternidad que aumenta los planes de salud, dificulta el acceso al trabajo y a la educación, complica el acceso a beneficios sociales. Y legalicemos políticas pro vida que no se agoten en defender, sino que cimenten un red de protección social adecuada para los pre, durante y post natal.
Están las futuras generaciones en juego. Y harto sufren por eso en Europa.
Merece destacarse algo más de esta ONG: que sincera el debate sin esconderse detrás de eufemismos terapéuticos o casos extremos retóricos.
Y plantea posturas, sin esquivar la pelota bajo la cuña fácil de “me parece importante que se discuta (aunque me parece malo)”.
La gran pregunta es: ¿son las personas libres de terminar con la vida de personas indefensas bajo ciertas circunstancias?
Y ahí pronto se explicitará el valor que tiene la vida para nuestros parlamentarios, políticos y líderes sociales.