Durante los últimos días nos hemos informado respecto de un documento que el Arzobispo de Santiago envió al Vaticano, dando cuenta, o mas bien dicho, denunciando declaraciones y opiniones de tres sacerdotes chilenos, las que supuestamente transgrederían la doctrina Católica.
En lo personal me sorprendo por lo que considero una profunda contradicción entre esta acción del Arzobispo, respecto de la atrevida, remecedora y absolutamente necesaria invitación que nos hace el Papa Francisco a “armarle líos a los Obispos”, a vivir una Iglesia de pobres para pobres, a dejar los lujos y privilegios para concentrarnos en lo fundamental, viviendo así en clave de servicio.
Mayor es la contradicción al comparar esta acusación con el diario, silencioso y humilde testimonio de muchos religiosos, religiosas, laicos y laicas a lo largo de nuestro país, quienes viven fielmente al estilo de Jesucristo, sirviendo a los demás. Ellos y ellas no tienen la posibilidad, ni tal vez el don de la comunicación que tienen los sacerdotes Aldunate, Puga y Berríos, pero estoy seguro comparten ese esfuerzo por encontrar la presencia del Señor en las personas en el mundo de hoy.
Intuyo que si el señor Arzobispo conociera la acción y sentir de estos muchos católicos fieles a Jesucristo, quienes acogen al que sufre sin preguntarles sobre su condición sexual, estado civil, ni creencias religiosas, entre otros aspectos, tendría que enviar al Vaticano una carta con una lista de nombres bastante más larga.
Somos muchos los que estamos confundidos y molestos con esta forma de actuar del señor Arzobispo, como de seguro habrán otros que estarán muy contentos de que por fin “llamen al orden a estos sacerdotes díscolos”; sin embargo, me parece que este es un rasgo más que da cuenta que nuestra Iglesia la formamos hombres y mujeres que actuamos como tales, es decir con aciertos y errores.
Termino agradeciendo a los sacerdotes que han sido “denunciados”, así como a todas las personas que deberían haber sido incluidas en la carta que se fue al Vaticano, porque me remecen, me cuestionan y me hacen volver al fundamento del ser católico.