El retornado sacerdote jesuita, Felipe Berríos, no tiene pelos en la lengua.
Las recientes declaraciones que hizo en el programa El Informante de TVN, causaron más de un escozor en los círculos de poder, generando diversas reacciones en pro y en contra.
Apunta descarnadamente a los grandes males de nuestra sociedad, los que rayan en la hipocresía colectiva cuando se trata de defender privilegios particulares que permiten o avalan a un “Chile de cosas lícitas, pero abiertamente inmorales.”
Perturbador el padrecito, remueve la basura escondida por años bajo la alfombra, aquella que tiene su génesis en la odiosa discriminación de la que somos objeto y sujeto todos los chilenos y chilenas en mayor o menor medida, pero que objetivamente son pocos los que se escapan, menos los que la confiesan.
Por cierto, Berríos, es un cura consecuente, duro de matar, con licencia para decir lo que dice, en plena y total concordancia con las directrices que el Papa Francisco, desde Roma, intenta dificultosamente hacer entender a sus Cardenales, Obispos y demases.
Me cuestiono, será porque los dos pertenecen a la misma congregación jesuita o quizás por su condición de latinoamericanos: uno chileno y otro argentino.
Ambos marcados por una realidad patética donde la injusticia, esclavitud, pobreza e ignorancia son el pálido reflejo de una historia llena de horror y terror que avergüenza a muchas instituciones, las que bajo el amparo de la iglesia católica, han permitido tales aberraciones como atrocidades.
Aunque duela, objetivamente, dice la verdad: fuerte y golpeado. No se guarda nada bajo la manga y sus críticas son sin calculadora, a quien le caiga el sayo que se lo ponga; por eso causan tanto revuelo sus declaraciones.
Cómo nos clasifica, con quién nos compara, por qué lo que señala tiene tanta base de sustentación, lo dejo al criterio del lector que, por supuesto, es más amplio que el mío.
“Los chilenos somos iguales que los perros cuando nos juntamos: nos olemos el trasero”.Entonces vienen las viles preguntas típicas: ¿dónde estudiaste?, ¿de dónde eres?, ¿tu abolengo? (apellidos o títulos nobiliarios de alguna corona corrompida de la Europa colonizadora).
No satisfecho, nos interpela, nos llama la atención, nos remece, aún cuando todavía nuestra capa conservadora obnubila y nos dice: “Dios está orgulloso de los homosexuales y lesbianas, así los creó. Es una condición distinta y nos ayuda a ampliar el concepto de sexualidad.” ¡Qué atrevimiento!
Con solo estas dos declaraciones, la Santa Inquisición que aun soterradamente existe – no me preguntéis ni donde ni quiénes son sus herederos – con la ayuda del Opus Dei ya lo hubieran quemado a fuego lento en la pira del Santo Oficio.
Para los Legionarios de Cristo se mandó un par de aclaraciones.Él está a favor de la vida, siempre en contra del aborto. Sin embargo, no desconoce algunos impedimentos aceptando que, legalmente puede darse la inviabilidad del feto, proteger la vida de la madre o en caso de violación. Sin que por ello constituya pecado.
Donde se metió en las patas de los caballos y no se lo perdonarán nunca fue el apoyo dado al Intendente de la Araucanía, Francisco Huenchumilla. Dijo: “la tierra que actualmente usufructúan los nuevos dueños, el Estado se las quitó a los mapuches, por tanto es el Estado quien tiene que devolvérselas,punto”.
Los inmorales del país estarán confabulándose, ejerciendo toda su influencia para que lo devuelvan a misionar a un desconocido rincón del planeta, donde sus declaraciones no permitan hacer Pensar Chile.
Es posible que el padre Felipe Berríos este poseído: por el demonio o por el maleficio de alguna bruja africana. Lo único cierto es que de regreso a su país natal, ha perturbado la paz de los cementerios ; tanto así que el cardenal Ezzati hizo llamar a un cura exorcista a fin de acallar las blasfemias que señaló en torno a la posición de la iglesia en materia de la reforma educacional. Ahí metió el dedo en la llaga.
“Mientras se mantenga el clasismo y la segregación escolar, inclusive en los colegios católicos, cualquier reforma terminará mal”.Exigencias como la cuota de incorporación, la condición social, si son o no separados los padres o si el alumno tiene alguna discapacidad, son factores como muchos otros, de rechazo al estudiante.
El Estado no lo hace mejor con los establecimientos de excelencia, discriminando y seleccionando, en vez de haber privilegiado a los cien colegios más carenciados de los barrios más pobres del país.
Nada se le escapa a este cura, odioso para algunos y bendito como el santo padre Alberto Hurtado para otros.
Continúa, la Universidad Católica y la de Los Andes construyen sus hospitales clínicos en la “cota mil”, o sea en el barrio alto donde los pacientes puedan pagar, enriqueciendo a estas cristianas instituciones de salud. A los de la periferia que se los consuman las enfermedades, aunque los estudiantes de medicina jamás tengan contacto con el dolor de los pobres.
Compartimos contigo tus angustias, no solo a tí te han dejado atónito varias canonizaciones, merecidas o no. Lo sorprendente fue la rapidez para encontrar los milagros de Monseñor Escrivá de Balaguer, el fundador del Opus Dei.¡Inaudito por decir lo menos! Así no se recupera la confianza perdida.
Cuídate hermano Felipe, somos muchos más lo que te necesitamos.