Los agnósticos son gente interesante. No son ateos. No niegan a Dios. Sino que frente a Dios, frente al problema de Dios, dicen no afirmar ni negar su existencia sino simplemente no tienen opinión, están “sin conocimiento”.
Con el Obispo ya fallecido Jorge Hourton tuvimos bastante trato con agnósticos y masones. Tuvimos amistades y coloquios. Yo me siento más cercano al agnóstico que a muchos creyentes que le cuelgan a Dios sus propios pensamientos y preocupaciones y se quejan de Él o bien creen que con puros ruegos pueden torcer su voluntad.
Explicaré ahora cómo hay que ser medio agnóstico para llegar a ser auténtico creyente.
Para nosotros Dios es un misterio. Es decir nada podemos saber positivamente sobre Él, está fuera de nuestro espacio y de nuestro tiempo.Todo lo que podemos afirmar de Él es más falso que verdadero. Nosotros nos movemos en el espacio pero Él ni está aquí ni allá ni en todas partes. Tampoco está en ninguna parte.
Estos son conceptos humanos que nada tienen que ver con un Dios que es misterio.Tampoco está en el tiempo ni existió antes de la creación ni persistirá después. Está simplemente en su eternidad y no sabemos lo que eso significa. Es más vano tener un concepto objetivo de Dios que querer meter todo el océano en un pequeño agujerito a la orilla del mar, como Dios reveló un día a San Agustín.
Sin embargo Dios en alguna forma se ha “revelado”. En primer lugar en la creación material, este mundo de astros, la tierra con todo su contenido, la vida y su evolución, etc. Y en segundo lugar a través de la creación espiritual humana, a través más particularmente de un pueblo y una persona: Jesús de Nazaret quien habló y reveló el secreto de Dios. Esto se llama la revelación cristiana.
Así, el Dios misterio se habría expresado en alguna forma en dos palabras, una palabra fue la creación del mundo, de la vida, del mismo hombre y, la segunda palabra fue la que resonó en la historia de un pueblo y más particularmente en la persona de Jesús.
Para los cristianos Jesucristo es un hombre igual como todo ser humano y a la vez es Palabra de Dios, expresión o revelación de lo que Dios es y quiere de la humanidad. Es “Hijo de Dios”, declarado tal en unos escritos que dan cuenta de él.
Las dos revelaciones o Palabras de Dios, la creación y la revelación cristiana nos permiten hablar de Él en términos analógicos. No son términos “unívocos” sino expresiones humanas que tienen cierta significación analógica aplicada a Dios pues Él es un misterio. Así decimos que Dios es benéfico, es poderoso, es sabio porque sus obras son sabias, admirables y benevolentes.
Decimos sobre todo que Dios para nosotros es un padre porque Jesús lo dijo expresamente y nos enseñó a dirigirnos a Él con la palabra “Padre nuestro”. Jesús con sus enseñanzas contenidas en los evangelios, usando comparaciones, parábolas, nos indica algo sobre lo que Dios es y quiere de nosotros. Creó la humanidad para que fuéramos felices, una gran familia de hermanos que lo reconocieran como un padre de los cielos. Esa es nuestra creencia fundada particularmente en la Palabra, en la revelación de Jesús de Nazaret.
El agnosticismo se refiere pues a la ignorancia o desconocimiento de si hay algo detrás de este mundo visible que lo hubiera creado o algo detrás de la historia judeo-cristiana que explique este acontecer.
La fe cristiana no se funda en evidencias sean científicas sean históricas. No es una conclusión meramente racional, hay algo que llamamos el don de la fe, una gracia, un llamado, un favor de Dios.
Es posible que el agnóstico no haya recibido ese don, esa gracia, pero también es posible que en él haya existido cierta resistencia a aceptar una invitación para creer.
Hay ciertas soberbias, ciertas suficiencias que se resisten. No debemos prejuzgar a los que se sienten agnósticos. La adhesión a Dios por la fe no es una adhesión impuesta por Él sino en cierta manera propuesta, una adhesión libre de parte nuestra. Creemos porque queremos creer. Creer será siempre razonable pero deberá ser razonable, libre y voluntaria.
Podremos añadir que la fe es producto de un atractivo, de una atracción de Dios. El nos atrae. Por algo San Juan en su intento de cómo definir a Dios dice que Él es el Amor. Dios es amor, tal vez sea esta la definición analógica con lo que más podemos acercarnos a Él. Hay un secreto atractivo de Dios detrás de la fe con que nos entregamos a Él. Todo esto es un tanto abstracto, tal vez una narración podría ejemplarizar un poco lo dicho.
En el terremoto de Haití murió una muchacha chilena que había dedicado su corta vida al lugar, a ese pueblo tan desamparado, llevaba ya cinco años en Haití. Su padre se comunicó conmigo agradeciendo el artículo que había escrito sobre ella. Me confidenció que era agnóstico pero que esperaba un día verla nuevamente.
Sin fe en Dios esa esperanza resultaba un tanto irracional. Equivalía más bien a un “esperaría”, allí hablaba su amor por ella, ese amor venía a ser un atractivo que a mi juicio preparaba una esperanza fundada, es decir, una fe en un Dios que era Amor y que convidaba a creer en Él.
Diría pues que nuestro agnóstico está a un paso de querer creer y creer de veras en un Dios misterio de amor y generosidad sin límites.