Nuestro sistema es fragmentado y centralizado, donde la seguridad se ha criminalizado o “policializado”, pero los hechos nos siguen mostrando que nuestro enfoque está equivocado, pues como ocurre en países desarrollados, la seguridad es un componente mucho más amplio que involucra tanto lo objetivo como subjetivo, es decir, es estar y sentirse seguro.
Cuando ponemos a las personas en el centro, cuando el Estado es el llamado a satisfacer una necesidad básica que evoluciona y varía con la velocidad y diversidad que evolucionan las sociedades, es que los árboles no deben impedirnos ver el bosque.
La fragmentación del sistema establece las bases para un enfoque perverso que profundiza en las miradas particulares, institucionales, centrándose en los hechos como asuntos aislados, acotados en el tiempo y en el espacio, algo que, al momento del análisis, impide comprender que las emergencias tienen más similitudes que diferencias, que éstas son permanentes en el tiempo, por lo cual no se debe funcionar sobre el daño y de esta forma comprender que la mirada moderna implica enfocar la gestión de emergencias en cuatro fases: mitigación-prevención, preparación, respuesta, recuperación, y no como la mera administración del daño, como pareciera ser en Chile.
Las emergencias son un componente de la seguridad pública, y así safety y security, son dos palabras que en inglés facilitan la comprensión y amplitud de ésta.
Ya en los 90 tuve la experiencia de estudiar fuera de Chile la operación y gestión de servicio en grandes operaciones, especialmente de esparcimiento y recreación. En aquella época ya se indicaba que el primer estándar a cumplir antes de cualquier evento o actividad, era la seguridad.En el Disney Institute nos decían con claridad que el primer estándar era seguridad, luego cortesía, show y entretención y por último y como cuarto estándar relevante, la eficiencia.
De esta forma, cuando miramos la “premier league” en materia de servicio como son grandes instalaciones de servicio como centros deportivos de clase mundial, resorts, centros vacacionales, eventos de alta seguridad, es posible ver cómo la seguridad es un componente fundamental del espectáculo y no una suerte de externalización que se debe cumplir casi a disgusto… claro, hasta que la tragedia impacta.
Así fue en 1999, cuando la caída de una pasarela dejó dos muertos y 60 heridos, siendo el municipio condenado a pagar casi 1.000 millones de pesos. Recordada también es la tragedia que costó la vida a dos personas y dejó 49 heridos la madrugada de año nuevo del 2001. Pero más cercano es el caso de la tocata punk en Santiago en abril pasado que le costó la vida a cuatro jóvenes; el caso en el concierto de Rihanna, y por cierto los habituales desórdenes y desmanes en eventos masivos del fútbol nacional.
Nuestro país tiene una deuda impaga con una industria que ya hace tiempo dejó de ser emergente y que se ha consolidado con escasa regulación. Permanecer en el error de creer que estamos frente a un problema de delincuencia, a carencias policiales, o simplemente a un evento en particular, solo permite establecer las bases para siempre encontrar un enemigo externo a quien culpar.
Centrarse en las personas, implica establecer las condiciones para que desarrollen sus actividades de manera segura, que la puesta en escena y la producción de eventos masivos cuenten con una organización que vaya más allá del “show” principal, y se comprenda la urgente necesidad por incorporar responsabilidad y regulación que a la fecha es a lo menos débil, insuficiente y lejana al nivel de país que poseemos, como también a la rentabilidad económica de la industria.
La producción de eventos masivos no es una materia de fanáticos de una actividad en particular, de gente de buena voluntad o de personas bien intencionadas, pues en cada uno de estos espectáculos o reuniones la producción es responsable de cientos o miles de personas que se encuentran con un fin común, el cual muchas veces es eminentemente recreacional.
Diciembre es el mes que más eventos masivos reúne, pero por cierto, y ante la polémica actual respecto de la seguridad en los estadios, es el fútbol el evento masivo más recurrente y sin duda el más cuestionado en materia de seguridad.
Esperemos que este fin de año no tengamos ninguna desgracia que lamentar, deseando también que en 2016 los eventos masivos no cobren más vidas y heridos como ha ocurrido en más de una oportunidad durante el año que termina, pues claramente en materia de seguridad en eventos masivos nos falta mucho por avanzar.