Han transcurrido 35 años desde que Chile recupero la libertad para elegir y definir su futuro.
Los actores políticos y sociales cumplieron durante este periodo un rol y protagonismo que más allá de los errores y/o equivocaciones en alguna decisión lograron avanzar en la búsqueda de un camino y sistema cada vez más libertario y democrático.
Nadie puede pensar que en estos años se ha cumplido toda la tarea. Hemos ido avanzando “en la medida de lo posible” como en forma tan realista y sabia dijo el ex presidente Patricio Aylwin para indicar la forma de ir logrando el objetivo de una sociedad más libre.
Nada de lo que se ha conquistado habría sido posible si no hubiera sido por el liderazgo real y efectivo de personas que en su momento supieron asumir el rol que les correspondía cumplir en forma responsable para avanzar en los objetivos de lograr una mejor y más abierta sociedad.
Más allá de las cosas mal hechas, los errores de diagnóstico o los caminos y acciones definidas que no fueron siempre, las acertadas, no se puede dejar de reconocer con hidalguía y realismo que en esos años tuvimos una generación de dirigentes y líderes que estuvieron al nivel que el momento les exigía.
Para realizar esta afirmación debo definir que para mí estar al nivel que los momentos históricos exigen significa saber asumir las definiciones y conductas que los procesos políticos de los países esperan de quienes buscan representar y servir los sueños y aspiraciones de una comunidad determinada, frente a una realidad objetiva.
Juzgar en forma negativa y/o desconocer los avances logrados significa no asumir la realidad que el país vivía y solo demuestra un voluntarismo que es enemigo de la acción política efectiva en situaciones en que se requiere coraje y claridad para realizar las acciones que aseguren un resultado real y perdurable.
Hoy, los desafíos y acciones que imponen las nuevas realidades político, económicas, sociales, culturales, etc., son de una gran envergadura que obviamente exige a la dirigencia política, una capacidad de liderazgo que responda efectivamente a las aspiraciones de la gente y saber asumir su responsabilidad y por sobre todo estar inspirados en una voluntad de saber respetar la individualidad de cada persona y la necesidad de construir una sociedad más libre y justa.
La gente espera que sus líderes estén preparados para conducir ese proceso. Espera y confía en que quienes han llegado a las instancias de decisión y conducción política del país en todas sus áreas sepan pensar, actuar y decidir en base a ese gran objetivo y por sobre todo con la seguridad de tener un efectivo y gran liderazgo de calidad y capacidad.
Esa situación exige analizar con máxima detención lo existente hoy en el país y si tenemos los líderes de la calidad que se requiere para orientar y conducir este gran proceso.
Al analizar los desafíos del Chile de los próximos 35 años, no deja de preocupar la situación que hoy vivimos.
La clara necesidad de estructurar una organización y sistema de gobierno lo suficientemente descentralizado que permita desarrollar en forma más eficiente las potencialidades que cada región; el desafío de incorporar en forma activa a la creciente población de adultos mayores que no pueden, ni deben transformarse en un problema, sino que deben ser vistos como una gran oportunidad de desarrollo y crecimiento; la real transformación y modernización del Estado en su estructura, modalidad de trabajo, cumplimiento de objetivos; la creación y consolidación de un sistema de salud que en forma eficiente, moderna y amplia pueda consolidar un servicio cuyas prestaciones sean una garantía real sobre su cuidado y tratamiento.
Además, la estructuración de una planificación productiva que asegure vivir en un país libre de elementos contaminantes que pongan en riesgo la salud de los chilenos; el establecimiento de políticas y medidas que busquen disminuir considerablemente los índices de inseguridad y delincuencia que hoy existen.
Y junto a lo anterior, la responsabilidad de proyectar la construcción de ciudades y barrios en que además de asegurar una mejor calidad de los hogares, se logre avanzar en una visión de real desarrollo en que los servicios y bienes puedan estar a disposición de una mayor cantidad de chilenos; la preocupación por actuar en forma más decidida y efectiva en el apoyo a la investigación y desarrollo científico y tecnológico que busque consolidar el crecimiento que el país requiere; la implementación de planes, políticas y acciones que permitan y aseguren incorporar a los sectores más jóvenes de la población y así logren ser un efectivo aporte en su desarrollo.
Pero no es todo, se necesita la creación, transformación y aplicación de medidas que consoliden un proceso productivo cuya actividad esté regida por la cooperación y confianza entre los actores, junto con regulaciones claras en las relaciones laborales y la presencia en el mercado, la defensa y protección de las personas en sus derechos y participación en todas las aéreas del desarrollo nacional y la creación seria y de verdad de un sistema educacional abierto, justo, equilibrado, equitativo, participativo, y de calidad.
Estos son algunos de los desafíos que hoy tiene el país y la dirigencia política, social, empresarial, gremial de la generación del siglo XXI.
La preocupación se presenta al ver los hechos y actitudes de esa dirigencia frente a los temas coyunturales y por sobre todo frente a los temas que tienen una fuerte incidencia en el futuro del país.
Ojalá que lo que hemos visto y vivido tan solo sea un mal momento de recambio y adaptación de nuevos liderazgos. Ojalá que estos años y vivencias sirvan como un proceso de aprendizaje para consolidar liderazgos efectivos, de calidad, de preparación real en los temas del país y sus necesidades, de capacidad de avanzar en acuerdos, encuentros y/o decisiones que no frenen ni frustren las aspiraciones de millones de chilenos.
Ojalá que los nuevos dirigentes se puedan transformar en auténticos líderes que ratifiquen la historia de Chile en ese aspecto y logren encauzar las inquietudes de la gente por el camino de construir un país libre, justo y bueno.