El amanecer del 5 de octubre de 1988 fue distinto, desde muy temprano los voluntarios de esta heroica gesta cívica, respondieron al llamado que hicieron los líderes de la Concertación.
Atrás quedaban por algunas horas los diecisiete años de horror y terror, que nos había sumido la atroz dictadura del general Pinochet. Su apuesta fue ganar el plebiscito para perpetuarse veinticinco años con el poder total.
El proceso electoral no estuvo exento de problemas, por el intervencionismo descarado que ejerció el oficialismo durante la desigual campaña; con todo las mesas de sufragio se constituyeron de Arica a Magallanes, desde temprana hora de la de la mañana.
Los comunicados de prensa emitidos por el sub-secretario del Interior Alberto Cardemil, hasta último minuto eran adverso a la opción del “NO” causando una intranquilidad enorme . El gobierno una vez más falseaba deliberadamente los resultados, toda vez que los cómputos manejados por el comando nacional de la oposición democrática, decían todo lo contrario.
El Dictador hizo lo imposible, para revertir el mandato del pueblo, convocó a su despacho a los miembros de la Junta Militar, con la finalidad que le firmaran un decreto, entregándole todos los poderes absolutos a su persona, para seguir gobernando por ocho años más.
La historia fidedigna consiga que fue el comandante en jefe de la Fuerza Aérea, general Matthei, al concurrir esa noche al Palacio de la Moneda lo primero que declaró, fue reconocer públicamente que el “SI” había perdido irremediablemente, por lo tanto no había nada que celebrar.
Simplemente había que aceptar el veredicto de las urnas, someterse a la voluntad popular, y proceder a llamar a elecciones presidenciales en el transcurso de un año.
Patricio Aylwin gana, con el mayoritario apoyo ciudadano, dando comienzo a la famosa transición pactada, donde las leyes de amarre dejadas por el régimen, dificultaban el proceso democratizador del la Nación.
Pinochet siguió ejerciendo su poder tras bambalinas, como comandante en jefe del ejército y posteriormente como senador designado. Un senado enclaustrado con un tercio de sus miembros elegidos a dedo.
De ahí la famosa frase de Aylwin, “democracia y justicia en la medida de lo posible”, al pedir perdón en nombre del país cuando recibe el informe Regtting con los miles de casos de violaciones de derechos humanos, cometidos por los agentes de la DINA y CNI, durante los años que vivimos bajo la bota militar.
Para llegar a recuperar la democracia perdida, para transitar por ese largo y angosto túnel de incomprensión, para lograr acuerdos de entendimientos y de no enfrentamientos, para al fin unir a la gente en lo sustancial y no en lo accesorio, pasaron 27 largos y dolorosos años,
En esas dos décadas y media, mucha sangre corrió por las anchas alamedas, innumerables cruces aumentaron en los cementerios de gente inocente y tumbas con detenidos desaparecidos, que aun no se encuentran, reclaman desde el más allá por verdad y justicia.
Esta deuda no está saldada con todos y todas los que lucharon con verdadera pasión por días mejores, aún queda tiempo para enmendar los rumbos equivocados. Los que dieron sus vidas para legarnos la libertad, no merecen que lo defraudemos.
Chile no puede perder esta oportunidad de cambios legítimos y necesarios, ese fue el mandato popular. Las reformas tienen que hacerse. Sirviendo al país y no sirviéndose descaradamente de él como lamentablemente ha sucedido últimamente.