El miércoles pasado, probablemente de capitán a paje, de Arica a Magallanes y desde el barrio hasta en La Moneda, muchos dijeron ¡hasta cuándo tantas emergencias!, mientras la respuesta no escuchada ni pronunciada, podría ser….¡Hasta que entendamos!
Hasta que entendamos que las emergencias ocurren, que para un Estado no pueden ser vistas como hechos aislados aunque su origen, causa, magnitud y duración sean diferentes.
Hasta que asumamos que son situaciones permanentes y que no podemos detenernos a pensar solo cuando se transforman en catástrofes o cuando el ranking las ubican en una posición especial, y tratamos de consolarnos acudiendo al promedio… es que esto ocurre una vez cada 150 años, una de las tantas falsedades que nos llevan a postergar lo impostergable.
Tres terremotos de gran magnitud, capaces de ubicarse no solo dentro de los más potentes a nivel nacional sino que también llamar la atención mundial, dos maremotos, las dos temporadas de incendios forestales más destructivas desde que existe registro, incluyendo incendios catastróficos en una Reserva de la Biósfera (Torres del Paine) y dos en Valparaíso, Patrimonio de la Humanidad, aluviones en el norte, la salida del río Las Minas en Punta Arenas que inundó el centro de la ciudad, erupción de dos volcanes, marejadas destructivas, y sequía, son solo algunas de las grandes emergencias que hemos debido enfrentar en los últimos cinco años.
Entonces, ¿estamos realmente frente a situaciones aisladas o en realidad debemos considerar las emergencias como un componente relevante de la seguridad pública, tal como ocurre en países desarrollados? Una pregunta que suele evitarse, una respuesta que aún no llega.
Millones de personas afectadas, infraestructura dañada, un impacto económico y gasto para el presupuesto de la nación que para 2015 probablemente supere los 100 mil millones de pesos, son solo alguno de los efectos de estas emergencias.
Inevitable recordar cuando en febrero de 2014, antes que asumiera el actual gobierno, escribía en Cooperativa una columna titulada “Emergencias, posible dolor de cabeza para el nuevo gobierno”, algo que lamentablemente para todos ha terminado siendo algo más que una jaqueca.
Pero ¿pudimos evitar que algunas de estas emergencias ocurrieran? En muchos casos probablemente no, pero ¿eso implica que debemos resignarnos y esperar el golpe?, la respuesta es la misma, no. Aunque pareciera que terminamos creyendo lo contrario.
Pero es curioso, lo que hoy nos enorgullece termina por señalarnos que lo logrado no es fruto de la casualidad sino del esfuerzo constante, de visión y compromiso de Estado, en definitiva somos herederos y beneficiarios de este esfuerzo.
Me refiero por ejemplo a la regulación antisísmica, cuyo desarrollo se observa en 1929 con la Ley General de Urbanismo, y quizás antes con el inicio de la investigación en materia sismológica por iniciativa de la Universidad de Chile y el entonces Presidente Montt, como consecuencia del terremoto de 1906, y que posteriormente llevó a la creación del Servicio Sismológico Nacional, actual Centro Sismológico – CSN.
Entonces luego de cinco intensos años, ¿qué tenemos pendiente? ¿qué podríamos heredar a quienes vendrán, a nuestros hijos y nietos?.
Cada una de estas grandes emergencias presentan a lo menos tres elementos donde la deuda sigue siendo significativa y que, si lo hacemos bien, podría transformarseen un gran legado: ordenamiento territorial y planificación de ciudad en el más amplio sentido de la palabra, organización y entrenamiento comunitario a partir de una política pública que establezca un programa serio, normado, bajo estándares capaces de desarrollar un plan nacional de organización y entrenamiento comunitario, y no iniciativas aisladas y muchas veces cosméticas, y por último una nueva institucionalidad moderna en gestión de emergencias, que aborde de manera eficiente, con competencias, liderazgo y credibilidad el antes, durante y después de las emergencias, como entidad de alto nivel de especialización del Estado, para lo cual se requiere seguir mejorando el actual proyecto en el Senado.
Pero también debemos ser realistas, las soluciones mágicas no existen. Lo que si existe son los resultados que se obtienen del esfuerzo serio, guiados por una visión de Estado, tal como lo fue en su momento el nacimiento y desarrollo de la investigación en sismología así como la regulación en materia de construcción.
Emergencias ¡Hasta Cuándo! Hasta que entendamos esto y nos decidamos a dejar un legado que permita construir comunidades más resistentes y resilientes, pues así comprenderemos que más que negar, debemos asumir que las emergencias seguirán ocurriendo, y por ello debemos desear lo mejor y prepararnos para lo peor.