Ha sido convocado el Congreso General de nuestro Partido Socialista para el próximo mes de enero; se trata de un periodo marcado por la deliberación política, el intercambio de criterios y la reflexión acerca de las tareas y del horizonte de las luchas del socialismo chileno.
En primerísimo lugar, el Congreso deberá definir la línea política que permita derrotar el permanente afán de la derecha política y económica de tener una posición preponderante, ayer brutalmente con la dictadura y ahora, en democracia, manipulando la voluntad del sistema político con prebendas o lisonjas. El episodio de las boletas fraudulentas que financian ilegalmente campañas electorales, refleja una derecha resuelta a corromper conductas oportunistas para imponer sus designios.
Ese es el factor clave que se cruza en la lucha contra la desigualdad, la derecha que pretende anular los avances logrados en este periodo. En particular, en la UDI, han sido categóricos en su propósito de revertir la reforma tributaria. Además, los ultras de derecha, entre ellos algunos detrás de la marcha de los camioneros, azuzan un clima desestabilizador usando métodos de presión totalmente deplorables.
En este contexto, el desafío de las reformas debe encararse afianzando la unidad en nuestras filas. En un momento político como el actual, lleno de tensiones y dificultades, cerrar filas es fundamental.
Pero no basta, esa voluntad de cohesión es primordial; sin embargo, debe ser encauzada en una perspectiva más amplia, pues lo que se requiere de este Congreso General es claridad y una nítida resolución de hacia donde se orientará la acción política socialista en los próximos años, en lo que queda de este gobierno y en como orientaremos nuestra conducta ante la elección de un nuevo gobierno, con todas las consecuencias que ello implica.
La estabilidad forjada desde los gobiernos democráticos fue decisiva para hacer fracasar el plan pinochetista de regresar al poder. Tal conquista no era conservadurismo como es la crítica del sector refundacional. Lejos de ello la estabilidad institucional constituye la base que hace posible el proyecto de reformas propuesto a Chile. De modo que hay que cuidarla, revalorar su importancia y fortalecerla.
Ahora se deben superar las prácticas parasitarias, de tantos que se aprovechan con fines personales de una lucha tan justa, como es la consolidación democrática. Reponer la voluntad colectiva y el sentido de país, es una cuestión crucial que tendrá este Congreso Socialista.
Con vistas a nuestro Congreso, se pueden distinguir tres grandes tipos de conducta.
a) Pensar con un exclusivo criterio de reafirmación y chovinismo partidario; ir al Congreso para aplaudirnos mutuamente, proclamar lo magnífico que somos y dar una ovación cerrada a los discursos de inauguración.
b) Adoptar una posición contestataria encontrando todo malo y rechazar cualquier idea constructiva que se sugiera, es decir, asociarse con los aires de antipartidismo anarquizante que se han hecho presente, desde la llegada de los llamados “díscolos”.
c) Asumir la responsabilidad que nos corresponde como socialistas y participar con el ánimo de reflexionar, de hacer de este momento una gran ocasión para la deliberación política, para contribuir a clarificar el rumbo del próximo periodo.
Si conseguimos esto último, vale decir, que desde una posición de lealtad sin conformismo, tanto de apoyo al gobierno de la Presidenta Bachelet como de fortalecimiento del pensamiento político del socialismo, para dar continuidad en el nuevo periodo a la brega contra la desigualdad y para reimpulsar la profundización democrática en Chile, el Partido Socialista podrá hacer de este evento, que algunos miran con escepticismo, un gran Congreso de los socialistas chilenos.
Entonces, la misión es instalar las reformas con gradualidad y enfrentar la corrupción, dando respuesta a las exigencias que hoy la situación nacional demanda y ser capaces de proyectar, nuevamente, una opción sólida y viable para el próximo periodo.
En lo fundamental esto se refiere a:
1- La necesidad de enfrentar la crisis de legitimidad que hoy afecta al sistema político del país, de cómo los partidos populares se hacen cargo del descrédito que hoy lo afecta, que puede llegar a dañar la estabilidad democrática del país.
2- La sanción de las prácticas corruptas resulta ser una condición vital para restablecer la legitimidad de los Partidos y del sistema político.
3- A reimpulsar un crecimiento sostenido que dinamice la economía y asegure la base material de las reformas que la ciudadanía espera.
4- A poner en marcha un camino institucional que permita avanzar hacia una nueva Constitución Política del Estado.
5- A reforzar una agenda social que responda al desafío de frenar la desigualdad, cuyo pilar esencial radica en la reforma educacional que levanta el actual gobierno.
Asimismo, este Congreso Socialista, debe preocuparse con seriedad y a fondo de la situación del propio Partido; hay que reconocer que la orgánica partidaria se ha debilitado y que el distanciamiento desde la ciudadanía al sistema político, también lo afectan dañando sus lazos y vínculos con la sociedad civil.
Es la hora de rehacer la convivencia partidaria, politizando los debates internos, dejando atrás los juicios que sólo buscan las descalificaciones personales, hay que practicar el pluralismo aceptando la diversidad de opiniones y superando el encierro en los exclusivos límites de los grupos internos.
En este periodo si el partido se limita exclusivamente a un ejercicio de clientelismo electoralista, a fin de asegurar una cuota de congresistas, se estará haciendo un flaco favor a sí mismo e involuntariamente estará ayudando a acrecentar la crisis de legitimidad y de confianza que abarca al sistema de partidos.
La formulación de la alternativa para la sucesión presidencial será una tarea decisiva. Tanto en sus contenidos programáticos como en el liderazgo que encarne nuestra propuesta.
Aun cuando no es la hora de definir nombres, tampoco sirve una actitud de intolerancia hacia la presencia pública de las figuras que pueden asumir el liderazgo. Una opción presidencial no se construye de un día para otro y tampoco es válido que mientras que unas opciones puedan desplegarse públicamente se intente coartar que las demás lo hagan. En lugar de reprimir hay que respaldar nuestros liderazgos.
La tarea de la reconstrucción política de la institucionalidad del socialismo es fundamental. Hay que rectificar y reconstituir una orgánica socialista deliberativa, crítica, comprometida, que ejerza una actitud de lealtad sin conformismo en el proceso de reformas estructurales que vive Chile.
Convencimos al país que el destino de la democracia chilena estaba unido inseparablemente a la lucha contra la desigualdad. Por eso, la candidatura de Michelle Bachelet logró el 62% de respaldo electoral. Fue una victoria potente.
Sin embargo, ciertas ideas tendientes a hacerlo todo de una sola vez, que coincidieron con el financiamiento irregular de las campañas, han creado una situación desfavorable, al no contar las reformas con la mayoría requerida para sustentarlas sólida y perdurablemente en el tiempo. La tarea es reconstituir esa mayoría.
Algunos quieren insistir y sugieren seguir adelante no importando como, incluso aunque se agraven los problemas de impopularidad del gobierno. Parece increíble que haya actores en la Nueva Mayoría para los cuales sea indiferente si las reformas tienen apoyo social o no. Tal es su voluntarismo que empujan hacia una actitud temeraria: intentar imponer las reformas independientemente de sí contamos o no con la mayoría para ese propósito.
Otros quieren renunciar a todo y caen en el mayor escepticismo. Hay que reagrupar las fuerzas y reponer, paso a paso, las mayorías necesarias para que las reformas no se detengan y se enfrente la desigualdad. No obstante, no habrá simultaneidad en el proceso y es un error intentar hacerlo todo de una vez y en condición de minoría.
Avanzar paso a paso, gradualmente, es el camino que propuse hace ya varios meses. Las cosas no se hacen todas de una sola vez. El Estado democrático debe hacerse cargo de la sociedad en que actúa, por que la política tiene límites éticos y políticos, no se puede pensar en acciones cuyo alcance no tenga fronteras, aunque sea ingrato para algunos reconocerlo. El concepto de las condiciones objetivas para avanzar, no surgió porque sí en las filas de la izquierda, es una constatación de las limitaciones históricas del accionar de las fuerzas políticas, en sus respectivas realidades.
La experiencia del PS es vital para la solución de los retos de esta encrucijada. Para ello, los militantes deben ser respetados y reconocidos en sus derechos y el Congreso deberá ser participativo, unitario y sin cortapisas para que el debate sea profundo y la reflexión fecunda.