Una de las principales preocupaciones de políticos y analistas para las próximas elecciones municipales de 2016 es que disminuya aún más la participación electoral, debido al contexto político que vive el país y considerando que en 2012 solamente el 43% de los electores concurrió a las urnas.
Producto de lo anterior se ha abierto nuevamente la discusión sobre la mantención o no del voto voluntario. Aunque el debate contiene elementos de fondo muy relevantes respecto a la distinción del voto como un deber o como un derecho, lo cierto es que volver al voto obligatorio en el actual escenario político sería como esconder la basura bajo la alfombra, o dicho de otra forma, desconocer las principales razones por las cuales no votan los ciudadanos: poco interés en la política y nulo esfuerzo de los políticos para convocar a la gente.
Aunque el gobierno descartó apoyar esta iniciativa, reemplazar el sistema vigente por uno de voto obligatorio significaría otra reforma más que no contribuye a mejorar los niveles de confianza, como el aumento de parlamentarios, financiamiento público permanente a partidos políticos o limitar las reelecciones pero sin efecto retroactivo. Si bien estas reformas tienen tanto efectos positivos como negativos, la ciudadanía las percibe principalmente como arreglos que la clase política hace en su propio beneficio.Reestablecer el voto obligatorio sería la tormenta perfecta para la crisis de confianza actual.
Además, los niveles de desaprobación hacia los políticos no permiten un cambio de esta naturaleza. Según la encuesta Adimark de junio de este año, el 27% de la población aprueba la forma como Michelle Bachelet está conduciendo su gobierno y el 22% aprueba la labor del gobierno. Como si no fuera suficiente con lo anterior, sólo el 16% aprueba al Senado, el 14% aprueba el desempeño de la Cámara de Diputados, el 18% aprueba a la Nueva Mayoría y el 15% aprueba a la Alianza.
Reestablecer el voto obligatorio sería una muestra más de improvisación política por parte de nuestros congresistas, teniendo en cuenta que recién se implementó el voto voluntario para las elecciones municipales de 2012. También desconocería la evidencia internacional, donde el 86,9% de los países en el mundo y el 82,4% de los miembros de la OCDE tienen voto voluntario según datos de IDEA Internacional, aunque en América del Sur solamente el 41,7% de los países tiene un sistema de este tipo.
La baja participación electoral es un problema importante para la democracia.Pero el voto obligatorio no resolvería el verdadero problema, sino que escondería una realidad política y social que requiere otras soluciones.Pretender llegar a altas cifras de participación electoral, ocultando fenómenos de descontento, malestar o desafección con la política, no parece una medida razonable.
En este contexto de desconfianza y desprestigio de las instituciones, la peor solución es volver al voto obligatorio. Más que obligar, sigue siendo necesario convencer y motivar a la ciudadanía.